miércoles, 15 de diciembre de 2010

CONCURSANTES Y RELATOS PREMIADOS EN EL PRIMER CERTAMEN LITERARIO ALBERTO N GARCIA PRIETO

Os adjuntamos los tres relatos ganadores del certámen, ahora bien, en el momento tengamos un poquito de tiempo, publicaremos los 41 restantes. Por cierto sentimos mucho no poder contar con algunos cuentos que se han enviado al correo creado para el certámen pero que no han llegado a destino. Saludos literarios a todos y todas.

RELATO GANADOR: "RESTOS DE UN HABANO", de Beatriz Llueca

Me arrodillé en aquel oscuro callejón con olor a orín. Tenía los músculos entumecidos por el frío y la humedad tras un largo día defendiendo mi parcela, compitiendo contra la juventud, la belleza o el exotismo de una piel dorada. Hasta los clientes más fieles habían desertado de mí. Les había dejado poseerme durante años y habían envejecido conmigo, pero ellos tenían la llave que todavía les hacía deseables. Yo, sin embargo, a estas alturas de mi vida y con todo el camino recorrido, apenas tenía ya nada que ofrecer. Cada mañana, frente al espejo, tratando de disimular las huellas de los excesos, me sentía como la colilla de un habano. Cuánto placer obtiene un fumador de las hojas del tabaco, inspirando su aroma, exhibiendo su presencia y exprimiendo su sabor a cada intensa calada, para que sus restos acaben aplastados contra un cenicero compartido.

Mientras desabrochaba la cremallera de su pantalón, atrajo mi cabeza con brusquedad, enganchándome del pelo. Sin fiesta previa, sin un halago, sin que quisiera ver mis turgentes pechos operados; lo único que conservaba de mi época de esplendor. Lo había hecho mil veces antes pero, escondida en una habitación, no sentía mi dignidad amancillada.

Temblé por la violencia de sus actos y lloré por la crueldad de sus insultos. Palabras antes escuchadas que, envueltas en un talón, perdían su hiriente efecto.

Aguanté, deseando el rápido final. Porque mi cuerpo estaba lleno de cicatrices es paradójico que lo realmente humillante fue ver caer quince euros sobre el suelo. Una tarifa fija se convierte en negociable cuando ya no dispones de todo el poder para defenderla y la competencia invade tu terreno. Cuando asumí el arte del regateo no supe verlo como el principio del fin. Era el paso previo para que mis clientes comenzaran a saltarse los términos del contrato verbal y me despreciaran tanto como para reducir voluntariamente el precio del servicio prestado.

Me levanté y, sin mirarle a los ojos, me dí la vuelta y eché a andar dejando el dinero tirado en el suelo. Los gritos que escuché a mi espalda eran los cuchillos de su orgullo.

Mis curvas ya no eran objeto de finos deseos ni mi aspecto digno de exhibir. El tiempo y la vida me habían consumido hasta convertirme en el resto de un habano, y, como tal, no estaba dispuesta a compartir el cenicero.

RELATO PREMIADO EN SEGUNDO LUGAR: "ANGELA", de Pilar Ramirez Marquez

No quería abrir los ojos, tenía miedo. Apenas podía ver a mi alrededor y no sabía si estaría sola. ¿Dónde estaba mi familia, qué habría sido de todos ellos?, ¿qué habría pasado?. Una y mil veces vagué por aquella habitación desconocida e intenté identificar los objetos que me encontraba. Ni siquiera recordaba el año en que vivía. Había fotos en la pared y todas y cada una de las personas que allí estaban, me resultaban auténticos desconocidos. Seguro que alguien me habría dejado allí y ya no lo recordaba, ¿cómo saldría de aquel lugar?. Por un momento intenté concentrarme en lo sucedido pero ninguna imagen me aclaró nada. Me senté en un pequeño sofá, frente a un televisor donde salían imágenes indiferentes para mí. Al fin tuve valor y abrí la puerta. Me dolían las piernas y apenas podía caminar. Con pasos torpes fui hacia una escalera y finalmente me decidí a bajar. Aquellos peldaños me resultaron interminables, pensé que caería rodando hacia quien sabe qué lugar. No veía el final del trayecto, estaba tan cansada. Finalmente me encontré en una sala aún mayor, con más luz y aquello me gustó. Me acerqué a la ventana y noté un ligero bienestar. Volví a sentirme tan sola, no había nadie, ¿quién podría aclararme algo?. Esperé un largo rato intentando descifrar lo sucedido. Vagué de un sitio a otro sin saber muy bien qué hacer. De repente se abrió la puerta y alguien entró, no podía distinguirle con claridad pero se acercó hacia mí y con una voz suave me dijo: - hola mamá, ¿qué tal el día?. No supe qué contestarle, únicamente le miré un largo rato hasta que finalmente le dije: - ¿Quién eres tú, qué ha pasado?. Aquel hombre me miró dulcemente y me agarró la mano, se sentó en frente de mí y no dijo nada, únicamente lloró y aquella lágrima cayó sobre mis dedos, pero no la quité, me gustó, por un momento la sentí cercana e incluso él me pareció cercano.

RELATO PREMIADO EN TERCER LUGAR: "LOS PIES", de Jaime DML

El dolor era ahora tan fuerte que le costaba concentrarse en cualquier otra cosa: las sombras de los cascos puntiagudos que se movían en la trinchera de enfrente, los disparos de ametralladora que pasaban por encima de sus cabezas a cada rato, incluso el recuerdo de la imagen de Illiana bañándose casi desnuda en el arroyo; pensara lo que pensara siempre regresaban aquellos malditos pies: doloridos, congelados, con un dolor que desde hacía media hora se estaba haciendo insoportable. Si pudiera abandonar su puesto, acercarse al refugio, pensaba, aunque sólo fueran unos minutos; podría cambiarse los calcetines mojados y las hojas de papel con las que se había envuelto los pies esa mañana. Ahora cuando se movía miraba de reojo hacia abajo, arrastrando un poco de nieve y barro bajo las suelas, y podía ver las burbujas moviéndose entre las grietas de sus botas, y eran como agujas que se le clavaban hasta los huesos. Una nueva ráfaga de balas atravesó la tierra de nadie y pudo oír los impactos en el talud de barro delante a él. «¡A cubierto!» Escuchó el grito del teniente, ya innecesario. Se encogió por instinto y los pies volvieron a acuchillarle dentro de las botas, juró entre dientes, y casi con lágrimas en los ojos dio un puñetazo a la pared de la trinchera, las manos estaban secas, pensó cuando se pasó el dolor para animarse, si se hubiesen mojado los guantes también entonces sí que estaría desesperado, pero eran sólo los pies. Calculó nuevamente lo que tardaría en regresar al refugio, apenas veinte pasos; se secaría con la manta, rápidamente, y luego le cogería las botas a Misha, ese cadáver que les miraba desde el suelo con sus botas secas. Con unas camisetas dentro los pies cogerían temperatura, entonces no le importaría salir al asalto de la trinchera enemiga, con unos pies calientes un hombre puede saltar y correr por el barro helado sin miedo a la muerte. Volvió a pensar en cual sería el rancho de aquél día, aunque ya lo sabía: las mismas coles de ayer y de antes de ayer; y los pies le dolían, ya no sabía si más que antes o desde hacía un tiempo era igual, dudaba que a estas alturas realmente pudiese andar. Un grupo de soldados apareció y se apretaron junto a la pared de la trinchera. Uno que se quedó a su lado resoplaba y tosía con voz ronca; le miró: «¿Que tal niño? ¿Estás preparado? ». «¡Calen las bayonetas! » Cuando escuchó la voz de mando se dio cuenta de que todos los que habían llegado tenían ya las bayonetas caladas. Tomó la suya con las manos algo temblorosas y la enroscó en la boca del fusil; sintió la adrenalina recorriéndole el cuerpo dándole calor. «¿Vamos a cargar?» murmuró, sin apenas voz « Si, muchacho » Miró al hombre: tenía una barba descuidada manchada de barro y unos ojos oscuros rodeados de arrugas, pensó que quizás hubiese estado antes en otros asaltos, y que hubiese sobrevivido a ello. Dos ametralladoras comenzaron a disparar hacia la trinchera de enfrente, el sonido era tranquilizador: los otros estarían ahora escondidos. «¡Ahora! ¡A la carga! ». Los hombres comenzaron a escalar los dos peldaños que les permitirían asomar el cuerpo sobre la trinchera gritando «¡Hurra!» con todas sus fuerzas, quizás simplemente para darse ánimo en esa carrera suicida. El hombre de la barba gritaba también, con una voz ronca y baja, mientras se apoyaba en su fusil para saltar. Él le imitó y al impulsarse sintió dos nuevas cuchilladas dentro de sus pies, resbaló hacia atrás y volvió a sentir un dolor insufrible al caer donde estaba. «¡Soldado! ». Levantó la vista y vio al teniente mirándole con los ojos desorbitados mientras le apuntaba a la cabeza con su pistola. Él se arrimó nuevamente en la pared de la trinchera y volvió a impulsarse hacia arriba. Llorando por el dolor empezó a trepar apoyándose con los codos y el fusil. Cuando ya pensaba que no podría subir sintió que el teniente le sujetaba del cuello del abrigo y tiraba de él, entonces pudo arrastrar el cuerpo sobre el borde de la trinchera. Levantó la mirada desde el suelo y vio algunas figuras oscuras caídas sobre la nieve a unos pasos frente a él y una línea de hombres que avanzaban encogidos unos metros más adelante. Se incorporó a medias y comenzó a andar, no podía articular el movimiento de los pies y andaba como un grotesco muñeco sobre zancos, cerrando los ojos por el dolor y con un grito ronco continuo. Entonces sintió un empujón en un brazo y cayó de espaldas al suelo, se quedó inmóvil mirando hacia el cielo gris de aquel día de invierno. Unos segundos después pensó: me han herido en un brazo, no estoy muerto. Me secaré los pies, se dijo entonces, y podré ver nuevamente a Illiana, bañándose casi desnuda en nuestro arroyo.

6 comentarios:

Amparo dijo...

quiero daros la enhorabuena por la inicitiva tan buena que habeis, tenido. Yo disfrute mucho

Pepi dijo...

Son chulos, chulos los cuentos ¿porque no los poneis en papel para que podamos leerlos mas gente y poder conservarlos?. Enhorabuena por la idea del concurso.

Anónimo dijo...

os sugiero que publiqueis un pdf con todos los cuentos. de cualquier forma, felicidades para organizadores y ganadores.

Alberto dijo...

Enhorabuena a los tres, en especial a Beatriz, a quien conozco personalmente como compañera en Atlántico. Un relato conmovedor y realista, desgraciadamente... No conocía esta faceta tuya y me ha sorprendido gratamente, me ha puesto los vellos de punta. Persevera en tu afición, ¡aquí hay madera!Enhorabuena de nuevo y feliz Navidad para todos.

Anónimo dijo...

Un millón de gracias por la iniciativa del concurso. Para todos los que nos gusta la literatura es un bonito regalo.
Aprovecho para felicitar de todo corazón a los tres ganadores, en especial a Bea que a parte de ser una excelente compañera en CGL ha demostrado ser una fantástica escritora. ADELANTE BEA!!!!

Mar dijo...

Un millón de gracias por la iniciativa del concurso. Para todos los que nos gusta la literatura es un bonito regalo.
Aprovecho para felicitar de todo corazón a los tres ganadores, en especial a Bea que a parte de ser una excelente compañera en CGL ha demostrado ser una fantástica escritora. ADELANTE BEA!!!!