martes, 31 de enero de 2012

NADA SE ACABA HASTA ESTE FINAL de Susana Alonso

     Ya he cogido la desviación a la M-45, en diez minutos llegaré a casa… voy conduciendo a un ritmo mas lento de lo habitual… realmente no quiero llegar a casa.

     Sobre el asiento del copiloto está mi móvil… después de una curva pronunciada lo agarro y me muevo a través de su menú, leo de nuevo el mensaje es de mi mujer…

En la pantalla:
22 Dic 2008
Nadia
Recog tus cosas.
M he enterado.
Como pueds haberm engañado d esa manera!

     Llevo el volante con una mano y con la otra sigo agarrando el teléfono, miro de nuevo hacia la carretera… el corazón me late fuerte.  La radio no está encendida pero el sonido de mi corazón la suple.  “Siento m.i.e.d.o. al imaginar su reacción cuando me vea”.

Me intento serenar, sólo quiero pensar en lo que me espera ahora, ni siquiera soy valiente para plantearme que tipo de persona soy por haberla hecho durante tanto tiempo esto… intento prepararme para encajar sus “golpes” pero… la falta de sinceridad me ahoga.
“¿Cuánto sabe de este asunto?, ¿por qué lo sabe?” Me pregunto.

De nuevo miro el móvil queriendo leer en la pantalla más de lo que pone… “Yo creo que lo sabe todo.” Me digo.

[…]

Nadia:

Recuerdo cuando en 2º de carrera conocí a Ángel Lasa… y lo recuerdo junto, quiero decir, su nombre y apellido porque cuando tu nombre es común, como por ejemplo “Ángel” en mi clase, diferencias unos de otros por el apellido, incluso simplemente les llamas por el apellido pero no se porque a él le estuvimos llamando durante todo el curso Ángel Lasa.

Estudiábamos Periodismo o como lo empezaban a llamar: “Ciencias de la Información”, pero la verdad que siempre pensé que Ángel Lasa no era un tipo de letras, pero sí de grandes frases… y sobre todo de acción y por ello era terriblemente encantador… su sonrisa pequeña y fina de dibujito _ manga fue lo que hizo que me enamorara de él locamente.

Al principio no me cayó bien, pero luego poco a poco y no sé de que manera, terminó consiguiendo que le necesitara y que su falta provocara que todas esas mariposas “estomacales” de las que hablaban mis amigas, terminaran habitando en mi…

El edificio en que estudiábamos era feo, oscuro y frío… y eso que es muy fácil encontrar edificios en Madrid relacionados con la cultura hermosos… pero Periodismo no tenía nada que ver.  En un principio era un proyecto de cárcel pero finalmente terminó albergando a estudiantes, también es verdad que éramos en aquella época el 90% de nosotros unos: “inestables_peligrosos”.

Recuerdo un día que terminé llevando a Ángel a su casa, se había emborrachado después de salir de clase, así que le aconsejé que no se llevara su coche que ya lo hacía yo… él me hablaba y me hablaba… se notaba que había bebido porque no callaba, llegamos a su casa y aparqué bajo su ventana…. Subimos… y le ayudé a desnudarse.  Al quitarle los zapatos… aquellos viejos zapatos de cordones que debía haber tirado hace, al menos, dos años … pude ver como sus dedos gordos salían a través de sus calcetines, así que comencé a reír… él se dio cuenta y comenzó a reír también… al final nos reímos tanto que no podíamos respirar de la risa… adquiriendo un tono azulado en la tez… nos empezamos a dar de tortas para reaccionar y que nos entrara algo de oxigeno a los pulmones… pero al ver la situación todavía nos reíamos más… estuvimos a punto de morir de risa, ¡qué hay más bonito que no parar de reír juntos!

Desde que conocí la manera de ser de Ángel descubrí cual era mi intención y era la de quererle, y quererle con locura… que curioso… ¿no? le encanta escucharme decir “te quiero con locura”… pero que diferente es el significado de las palabras según quien las diga.

[…]

Sara:

Hoy hemos vuelto a quedar; estoy en casa “apañándome” en 30 minutos hemos quedado en la Plaza Mariano de Cavia a unos veinte minutos de casa, así que lo hago algo acelerada.

Estoy en el baño… me miro al espejo mientras me pongo el corrector de ojeras y me echo un poco de Boss solo y todo eso… como siempre en el cuello y en la muñeca derecha….desenfoco… y en el reflejo veo el momento en el que estábamos de pie apoyados en la barra de ese pequeño bar que daba a la calle Goya… Es invierno… él estaba frente a mi ambos apoyados en la barra… se acercó y me besó… qué sensación… que maravilla –“jamás podré sentir nada parecido” – pensé… y eso fue mentira porque cada día que nos besábamos era más hermoso… mucho más hermoso… no podía dejar pasar algo así de manera inadvertida… eso debía de atraparlo con fuerza y no dejarlo escapar jamás.

domingo, 15 de enero de 2012

ALBA por FATIMA FERNANDEZ (segunda clasificada)


Alba está en su cama en compañía de su mamá, que le está terminando de dar la medicina, no sin el sinfín de objeciones que pone la pequeña. La mira con ternura mientras le acaricia el pelo, no deja de tener cinco años y lleva demasiado tiempo en cama. La niña le está explicando la película de dibujos que acaba de ver, pero se pone nerviosa llegando al final y le da un pequeño ataque de tos.
– Alba, debes descansar un ratito – le indica su madre.
– Joo - Suenan pitos en su pecho. La niña se da cuenta – Vale, ¿pero me traes a Bolita? Luego te prometo dejarlo en la mesilla. Porfiii – Dice con vocecita ronca.
Su madre suspira, pero accede. Se gira hacia el escritorio para coger la jaula.
– Así le cuento la historia que estoy leyendo- dice Alba, con el libro de cuentos entre las manos – Mamá, ¿tu crees que la señora vendrá luego? No ha venido en toda la tarde  y ayer me prometió volver – pregunta Alba cambiando de tema.
 – Quizá… o puede que ya venga mañana – responde su madre un tanto asombrada por la imaginación insistente de la niña.

La señora lleva un rato observando a Alba desde el rincón. Ésta está leyendo en su cama, tiene la carita roja, hoy ha tenido mucha fiebre y tose a menudo. La niña no parece percatarse siquiera cuando lo hace, como quien ha acabado por resignarse. Se gira para coger el vasito de agua de la mesilla y ve a su acompañante.
Fatima es la tercera por la izquierda
- ¡Hola! - Dice la niña, con el vaso de agua entre las manos -  ¡Qué bien que estés aquí! Pensaba que ya no ibas a venir, has tardado un montón. – La voz de la niña suena afónica. – ¿Quieres que te cuente la historia que estoy leyendo? Siéntate en la silla conmigo como ayer.-
La señora asiente y busca la silla por el dormitorio. La localiza contra una pared, al lado de la estantería de cuentos. Va en su busca para poder acercarla a la cama.
- Jovencito, a tu sitio – Dice Alba mientras se pone de rodillas en la cama y coge la jaula de Bolita con ambas manos para poder colocarla en la mesilla, como todas las noches. Justo antes de que la jaula toque la mesita de noche, la puertecita se entreabre con un vaivén. Alba no se da cuenta. Apoya la jaula en la mesilla y la puertecita se abre por completo. Antes de que Alba pueda reaccionar, Bolita ya se está deslizando por el hueco.
- ¡Bolita! Ven aquí – En lo que Alba se dispone a cogerlo, éste se lanza de la mesilla al suelo. Aterriza con las patitas abiertas y un poco aturdido, pero se recupera y echa a correr viéndose en libertad.
- ¡Quieto, Bolita! - Ordena Alba.
El hámster corre por el suelo de la habitación haciendo zig-zag, corre sin ver, chocándose con una de las zapatillas de Alba y con la pata de la cama. Se mete por debajo de ésta y sale por el otro lado, estrellándose directamente contra… el pie de la señora, paralizada y con la silla todavía entre las manos.
La mascota no se mueve, ha caído fulminada.
 - ¿Bolita? - Alba está asustada. Salta de la cama a coger a su hámster, que yace tumbado al lado del pie derecho de su compañera. Alba lo recoge del suelo y lo examina con detenimiento. – ¿Qué le has hecho? – pregunta Alba muy enfadada. - ¡Di! ¿Qué le has hecho?- A medida que se va poniendo nerviosa, sube el tono de voz.  – ¡¿Es que no ves que es muy pequeño y hay que tener mucho cuidado?! ¡Seguro que le has pisado y le has hecho daño! – Alba tiene lágrimas en los ojos – ¡Vete! ¡No quiero que vuelvas nunca más! Has hecho daño a mi Bolita. ¡Vete! - Alba se derrumba y se echa a llorar. – ¡Mamááá, ayuda! ¡Bolita se ha hecho daño! Ven por favor…
La señora apoya la silla de nuevo en el suelo y deja a Alba con su dolor justo en el momento en que la puerta se abre bruscamente para dar paso a sus padres que vienen a ver qué es lo que está sucediendo.

Alba se encuentra tumbada en su cama dispuesta a dormirse pero no concilia el sueño. Sus padres le han dejado que duerma por esta noche con la luz de la mesilla encendida.  Tiene la cara enrojecida y los ojitos hinchados por el disgusto. Aunque ya está más tranquila, no respira muy bien y aún hipa un poco.
-Por favor, vuelve. Por favor... – Dice casi en un susurro y con la mirada un poco perdida – Por favor, perdóname, vuelve…- Tiene la esperanza de que su amiga oiga llamarla y venga a verla. – No estoy enfadada, de verdad. Ven…
La señora acude a petición de la niña. La silla está junto a la cama, Alba la había preparado por si aparecía su acompañante.
Alba se incorpora y sonríe.  Está muy contenta de ver a su amiga.
- Gracias por venir – dice.
Su compañera no se inmuta. El semblante de la niña se torna triste de nuevo.
- Perdóname, por favor. No debí decirte todas esas cosas feas. Siéntate conmigo. Mis padres me han contado lo que le ha pasado a Bolita, ¿quieres que te lo cuente?
Ante la curiosidad que siente por las palabras de Alba, la señora se sienta donde le ha pedido la pequeña.
- Es que Bolita no estaba acostumbrado a estar libre y como se había escapado se había puesto muy nervioso. Los hámsters tienen el corazón muy pequeñito y como se puso tan nervioso se le puso muy malito de lo rápido que le latía, se le ha roto y ahora no le funciona y se ha dormido para siempre. – Repite Alba la explicación de sus padres - Yo les he dicho a papá y a mamá que es que me había enfadado mucho contigo porque estoy segura que le habías hecho daño, pero mis padres me han dicho que estuviese la amiga que estuviese aquí conmigo seguro que no podría haber evitado que se durmiese y que seguro no le habría hecho daño alguno.
La señora escucha con atención la historia de Alba.
- Así que no te preocupes que no ha sido tu culpa. Estoy muy triste porque no voy a poder volver a jugar con Bolita, y lo estaba todavía más porque pensaba que te habías enfadado y que no ibas a querer volver nunca. – Dice Alba con voz lastimera - ¿Me perdonas? – Pregunta con una sonrisa de medio lado.
La señora asiente con la cabeza. Alba sonríe aliviada, aunque sus ojos siguen estando tristes.
- ¿Y volverás mañana otra vez, para que podamos hacer cosas juntas como estos días? - pregunta la pequeña ilusionada.
Su compañera le indica que si con la cabeza y Alba aplaude un poquito con las manos. La señora hace un ademán de levantarse para marcharse.
- ¡Espera! – Dice Alba mientras se incorpora un poco más hacia delante – Que te ibas sin un abrazo de buenas noches.
Y sin que Muerte pueda evitarlo, Alba se lanza a sus brazos, feliz de no haber perdido a su amiga…

lunes, 2 de enero de 2012

RELATO GANADOR 2 CERTAMEN LITERARIO ALBERTO N GARCIA PRIETO

PARADOJA DE JESUS LAZARO (RELATO GANADOR)

Que mala suerte, esta vez me había tocado enfrente de él. ¿Seguro que no habría otro sitio? Con lo grande que era el recinto y le había ido a tocar precisamente  en la caseta de enfrente a la mía. Otros años, no había sido así y, por lo menos, me había librado de la humillación de ver las colas de gentes que buscaban la rúbrica de mi rival al final de patéticos mensajes no menos falsos por archirrepetidos.
Habían pasado ya varios días y la constatación diaria de la continua muchedumbre que apenas me dejaba ver a mi oponente había exacerbado los sentimientos de envidia que se agolpaban en mi  cabeza a punto e estallar.
Cuando lo vi llegar, el porte autosuficiente, de autocomplacencia, el último día de la feria, ya había decidido lo que iba a hacer.
Esa tarde, poco antes de que cerrara la feria, me despedí del librero que me había invitado a su caseta y me dirigí hacía su casa. Sabía dónde vivía. Todos sabíamos dónde vivía ya que presumía de poseer una de las casas más lujosas de la ciudad. Había despuntado la noche y yo me escondí en uno de los patios que circundaban la casa donde la negrura que me rodeaba se alineaba mejor con mis sentimientos. Desde las sombras vi como entraba en su casa bien entrada la medianoche, esperé media hora más y saltando sin dificultad la valla me colé en el jardín y después, forzando una puerta lateral entré en su casa y me guié por la intuición hasta que llegue al confortable salón.
Allí estaba, recostado en un sofá, probablemente agotado tras una jornada de firmas y de sonrisas forzadas. Se había quedado dormido y en su regazo, se veía un libro medio abierto, que probablemente había ayudado a conseguir tan apacible estado. Saqué el cuchillo que llevaba escondido en la gabardina y mientras veía su brillo a la luz de la única lámpara que lucía en la casa se agolparon en mi mente años de vejación y menoscabo. Me acerqué a él, sigiloso, blandiendo el arma que era la punta de lanza de toda mi rabia y, sin piedad, hundí el filo en su garganta de la que salió un surtidor que tiñó la alfombra de un sorprendentemente bello color burdeos.
Consumado el crimen me asaltó la curiosidad. ¿Cuál sería ese último libro, esas últimas letras que se llevaría en su recuerdo a la tumba? Cogí el ejemplar en el que el color de la sangre había ya reescrito algunos párrafos en un rojo acusador y  la consternación me invadió. Lo que estaba leyendo era mi último libro, el que había estado pregonando durante varios días sin tener más que unos pocos lectores para llevarme a la pluma. Seguidamente me fui a la estantería repleta de libros que estaba en la habitación. No me costó mucho encontrarlos, estaban allí, todos mis libros, en un lugar preferente y con aspecto de haber sido leídos.
Al punto me entró un remordimiento terrible, no por haber matado a mi rival, sino por haber acabado con uno de mis lectores, la verdad es que no andaba muy sobrado de ellos. De todas formas ya no había remedio, rápidamente abandoné la escena del crimen no sin antes dedicarle a mi lector el último libro que tenía en las manos. Escribí: Espero que la lectura de este libro te transporte a un mundo nuevo.


Fin