martes, 16 de diciembre de 2008
DIRECCION HENDAYA
Cuento presentado a concurso y premiado. La temática era sobre el olvido
Primera parte (de tres)
Anteayer
Cuentan en el pueblo, que aquel joven entusiasta, henchido de ideales y de valor más que probado, no volvió a ser el mismo después de aquella jornada. Era noche de San Juan, del año 36, la más larga del año o del Siglo...al menos para él. Fue una noche de muertos, de ajusticiamiento bendecido, de orgía sangrienta desbordada, tintada de rojo, de rabia, de borrachera, que satisfizo a casi todos.
“Paseillo”, ese era la palabra, cruelmente inventada para designar la marcha de aquellos que contemplarían un último amanecer.
No iba engañado, sabía el final de aquel teatro de lo absurdo, conocía el miedo del ajusticiado, del protagonista, su angustia, su terror...lo había vivido tantas veces, pero el día de San Juan, su santo, fue diferente, era su bautismo de sangre, su día...un honor.
Se cruzaron las miradas, la luna bañaba la meseta retardando la espera, y esta se hizo eterna, el reo mantenía la mirada con orgullo de ser simplemente lo que era, no suplicaba, ni se angustiaba, miraba, esperaba y asumía, no había lágrimas, ni rabia, pero sí dignidad, espera y mirada, ¿qué podía decir?, nada, contempló el cielo color ocre recuerdos de su fragua y apretó la foto que tenía entre sus manos rudas de hombre honesto: de herrero recio y suspiró. Sonó una descarga, silencio, aleteos, un ruido de botas en caminar pausado, cansino, rutinario, otro disparo, el de gracia, maldita la misma, silencio, ruido de camino, de hojarasca. Ya
No volvería a ser lo mismo, casi le auparon y se acurrucó al fondo, ¿cual sería el motivo?, tal vez un cobarde, sí eso es lo que era, un cobarde que no supo rematar la faena, un político de tantos que había que aplaudían los toros desde la barrera, un miserable que no se atrevió a cortar la mala hierba.
El motor arrancó finalmente acallando los silencios, no había comentarios ni malas palabras, todos sabían lo que querían.
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