miércoles, 31 de diciembre de 2008

EL BUDA Y EL GENERAL


EL BUDA
El Buda pétreo de mirada fija, soberbio en su altura, era indiferente al devenir de cada día.
El aire perfilaba su figura, el agua resbalaba por su regazo en posición de loto, el calor del sol hacía reluciente su calva.
Su posición inmutable había sido el no va más, el modelo a seguir de sus seguidores.
Creía ser el discípulo elegido de aquel gran iluminado llamado Sidartha.
Había superado el dolor, el hambre y en general todo lo que le rodease, nada le inmuto en vida.
Desde su pedestal al pie de la montaña contemplaba el caminar de los mortales, las alegrías y tristezas que les afectaban
Cada día se congratulaba en un dialogo cuyo destinatario y remitente era él mismo.
“No saben alcanzar la perfección”, “estos mortales son como tierra arcillosa que se modelan a cada golpe de agua”, “sólo debieran aprender a dejar pasar”, “que el río lleve el agua al mar.”
El monólogo le complacía. Nadie le desdecía.
No obstante había algo que no acababa de encajar en su tediosa y feliz parsimonia
Si he alcanzado la perfección en vida, - se decía- si he sido modelo a seguir, si he conseguido ser iluminado y si he recorrido el camino siempre en línea recta y los obstáculos los he esquivado, ¿ Qué hago yo siendo piedra mármol? ¿Es mi destino ser estatua? ¿Este es el Nirvan del que hablaban?
Esas malditas preguntas le carcomían, eran como un molesto piojo en una cabellera relucientemente limpia y dorada.
La conclusión era la misma:
“Da lo mismo”, ¡un pensamiento negativo! , se decía, y de un plumazo lo apartaba
Yo tengo la sabiduría, y soy el portador de la misma

EL GENERAL

Un gran peletero ardía constantemente a la sombra de la estatua, una llama votiva con una hermosa placa en titanio:
“Al gran héroe, el general caído en combate, forjador de patria, una nueva frontera”
En lo más profundo del mismo, “el General” hacía que la llama no se apagase, no le costaba ningún trabajo añadido, era como una prolongación de su propio ser
-La llama, el fuego, el ardor-
Ya hacía tiempo había caído en aquella escaramuza pero lo vivía como si hubiese sido ayer mismo.
Avanzó, encabezaba la columna, la posición se debía tomar, la bandera tenía que ondear, era un punto más para aumentar la frontera, pero....
Aquellos malditos enemigos que defendían otra tierra, le acabaron cazando, y cayó.
Lástima, aquello podía haber sido parte de la patria, una nueva estrella a la bandera.
Recordaba
De joven aprendió que lo importante era el objetivo, el obstáculo debía eliminarse, no dejar posibles enemigos a la espalda, podían convertirse en “quintas columnas”, el FIN era lo importante y no importaba como se consiguiese.
No dejó hierba ni castillo, no permitió la misericordia.
Consistía en hacerse fuerte en un punto y luego avanzar, ya lo dijo aquel gran Emperador francés.
Pero a veces en su monotonía, en su soledad en el peletero se preguntaba.
¿Si he sido un gran héroe, que hago convertido en fuego eterno?. ¿No era lo más importante conseguir el objetivo? ¿Tan rápido se olvidan del que aumentó y expansionó la tierra? Si mi raza es superior ¿qué hago yo en este ardiente infierno?
Aquellas preguntas, le atormentaban brevemente pues luego rememoraba una y mil veces como no había dudado en aplastar cabezas ni estrangular bebes ni violar a la mujer del enemigo. Al fin y al cabo lo importante era el objetivo

No hay comentarios: