viernes, 6 de febrero de 2009

LA REPUBLICA -Primera parte del cuento



Dobló la bandera con cariño, depositando trocitos de lágrima en cada pliegue y gotas de impotencia en cada planchada. Procuró que aunque fuese bien escondida en aquel hueco de muro, el morado de la tricolor quedase bien visible para que, por si alguna vez ocurriese y alguien descorriese aquel depósito, el tufo a libertad peleada le penetrase hasta lo más profundo del alma.
Selló el último hueco con restos de adobe incompleto desparramados por el suelo, barriendo hasta el último resto, pero no dio tiempo para más, ni siquiera a aprovechar el poco agua de la palangana, se sacudió las palmas limpiándose las mismas en la amplia falda. Debían de partir a toda prisa, y ella lo sabía.


La luz de la mañana se colaba sutilmente por entre las rendijas secas que dejaba la madera de la ventana, creando una sensación de esperanza entre aquel ambiente oscuro y de entrevelas, no se lo podía creer, echó una última mirada… dejaba tantas cosas, tantas alegrías, tantos anhelos, tantas luchas.


Pero no eran momentos para recordar los pasados, el sufrimiento, la vergüenza…era tiempo de volar a otras tierras mas abiertas. Recordó lo que siempre dijo su abuela, “si el enemigo es fuerte, no le hagas frente” y era verdad, tiempos habría en los que colocar cada cosa en su sitio, cuando se pudiese hablar o cuando hubiese paz y justicia… si es que algún día lo hubiera.


Dos hijas pequeña había esperando y que no entendían aún de sentimientos o libertades, les crujían las tripas, y ya ni agua tenían en las pupilas, debían recorrer un largo camino, eso era lo principal, lo demás ya vendría


Se guardó la llave entre sus pechos de viuda joven llena de fuerza y de corazón fornido. ¡Ala venga!, se dijo, ya habrá tiempos de desempolvar los momentos. Cerró la puerta a golpe de talanquera y oró por los adentros, por sus hijas, por su marido muerto, por una de las dos Españas marchando en desbandada, por su pueblo, por la herrería, la de su marido, por tantos caídos, por los que habían perdido la esperanza…y por ella. Antes de emprender el largo viaje miró de frente la gran Montaña, cubierta toda ella de pinos y nieve y vio como las cumbres se difuminaban con el cielo encapotado y lloró, lloró como lo hacía la montaña con el deshielo, en riada, lloró no por lo que viniese o dejase o por las hijas en espera. Lloró por la traición, por el corazón casi yerto, por los recuerdos ardientes y por las sábanas revueltas. ¿Quién había sido el culpable? ¿o es que debía haberlo?

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Consuelo Durández dijo...

Estimado Koffi, ha sido una gratísima sorpresa encontrar tu comentario.

Yo descubrí, mas allá de las lecciones de geografía de la escuela, una hermosa historia de solidaridad y capacidad humana a través del pasado aún reciente de tu país, efectívamente el pais de los hombre íntegros.

Y me enamoré de ese retazo de valentía, de honor, de esfuerzo e ilusión que fué vuestra pequeña gran revolución.

Y de ese hombre poderoso, como solo son poderosos los hombres buenos que no se resignan, Tomas Sankara.

Mis saludos y mi reconocimiento Koffi, y un fuerte abrazo.