lunes, 14 de marzo de 2011

EL LADRÓN de Estrella Cruzado



La noche calida, con su luna en creciente incitaba al paseo, pero era miércoles y entre semana. La mayoría de la gente permanecía en su casa cenando y viendo esos absurdos programas de la televisión que mantienen alejados los pensamientos y transcurrido un rato, incitan al sueño.

Una figura vestida de oscuro deambulaba lentamente por la acera. Si hubiera que describirla, no tendría características señaladas.

Ahora miraba aquí, luego aquella ventana le llamaba la atención. Paseaba y pensaba.

Como todas las noches buscaba, cual sabueso, aquella puerta, aquel ventanal o simplemente una rendija por donde colarse en un descuido.

Era un ladrón y como tal iba camuflado.

Después de dos vueltas entró en la plaza y en el rincón más alejado, vio una ventana abierta en el segundo piso, era accesible,… treparía por el árbol y en dos saltos allí se colaría.

Una vez en el interior, recorrió las estancias: la cocina, el salón, el baño; dos puertas cerradas se presentaban al fondo. Seguro eran los dormitorios. Al aproximarse, una de ellas estaba entreabierta.

Arrebujada en las sabanas un figura, de la que solo se veían unos pelillos. Por sus formas intuyó que era mujer.

Sigilosamente recorrió la casa investigando y reconociendo todos los pequeños detalles que contenía y pensando en su historia. Buscaba algo valioso, pero no se detuvo en la caja con figuras de gatos, ni en aquel cenicero sin ceniza y menos en aquella flor marchita, que aún conservaba parte de su belleza anterior. No era aquello lo que buscaba.

Ya en el dormitorio, descubrió un joyero lleno de perlas, oro y plata, pero tampoco era aquello el objeto de su deseo.

Vio su ropa de colores: roja, verde,  azul, crema; faldas, pantalones y blusas apelotonados en su armario, olía su aroma, supuso sus formas.

Como todas las noches esto formaba parte de sus robos. Él se introducía en los sueños de ellas y durante una noche, solo una, las hacía sentir reinas; las daba amor y cariño, las robaba parte de sus almas. A cambio, las dejaba el recuerdo de una noche de felicidad suprema.

Alguna intento retenerle, cerrar puertas y ventanas. Pero era inútil.
Al día siguiente, ellas se sentían felices, a pesar de su ausencia, habían conocido el amor, aunque fuera por tan solo una noche.

El, sin embargo nada recordaba, volvía a su casa, se quitaba la ropa y en una caja metía el pedacito de alma que de ellas robaba, con la fecha y el lugar, ya que nada más recordaba, y al cerrar la caja, ni siquiera eso. Era pasado y el pasado para él no existía. Y llegaba la noche y la historia se repetía.

Era un ladrón insaciable.

De repente un sonido exterior hizo que ella, que dormía profundamente, levemente se moviera y sintiera una presencia.

Lentamente y con precaución se incorporo de su cama, vio una sombra, estaba aterrada.

“No grites mi amor, no te haré nada”; le susurraba mientras a ella se acercaba, “soy parte de tus sueños, aunque real te parezca”.

Ella no soñaba, pero se dejo llevar de su voz triste y melodiosa. Ya sentados en su cama empezaron a hablar, el hablaba de sueños, de anhelos y alegrías, pero también le decía, que esto solo una noche duraría; no la engañaba. Ella al principio temerosa se dejo llevar, la felicidad era grande, sus deseos contenidos.

Hablaban y hablaban, pero de repente las sombras se disipaban, empezaba a barruntarse la próxima amanecida.

Él se iría y a la historia seria pasado, sin recuerdos en él; pero muy cercanos y presentes en ella.

Y llego la hora de despedida. Ella preguntó: “¿volverás?”
Él, bajando su parpados, con tri8steza contesto; “Me será imposible, mañana nada recordaré, solo serás una fecha y un lugar en una caja”

Ella intuía que sería así, pero nada hizo por retenerle, nada por convencerle. Miraba mientras se iba……..
“Oh, espera, quiero hacerte un regalo, pero no debes verlo hasta llegar a tu casa, me gustaría lo guardaras en tu caja”.

Ella con ternura saco un pequeño cofre no muy grande y en él, introdujo un objeto muy querido para ella.

Ya en la calle, él se encamino a su casa, ya nada recordaba, pero en su bolsillo algo latía. Repitió su rutina diaria en su casa, su caja, sus fechas y lugares; y sus trocitos de almas. Pero su bolsillo vibraba. Introdujo su mano.

El pequeño cofre brillaba. Con cuidado y curiosidad lo abrió y en él depositado, sobre un minúsculo cojín mullido, un pequeño corazón rojo de amor, sangraba.

Él jamás volvió a salir de noche. Al atardecer se encerraba y en penumbra contemplaba el contenido del pequeño cofre objeto de sus deseos olvidados.

1 comentario:

duende verde dijo...

Tremendamente romántico, de adas, princesas....es sutil, no intuyes si es verdad o mentira, si es real o ficción hasta que al final, un sueño, una intuición, "un ladrón" se introduce en tu subconscientes y te deja algo palpable, real, como la vida misma.

Para mí que es es DESEO de la autora, que sea alguien, algo, un no se qué, el que traduzca la imaginación, SU imaginación en algo real, una ficción en ciencia que no cienciaficción.

duende verde

Tal vez un poco más corto y si cupiese un poco más...sutil