miércoles, 9 de marzo de 2011

PUEBLOS ABANDONADOS de Jesús Justo


¿Qué son los  pueblos sin personas que los habiten?

El lugar donde nacemos, estoy convencido,  marca nuestro carácter de forma significativa. Lo productivo de sus tierras, lo fértiles que puedan ser sus huertos, lo frío de sus inviernos;  lo abierto al exterior o por el contrario lo cerrado a lo nuevo y a lo desconocido. La herencia en definitiva que la tierra lega a quien en ella nace. Todo ello nos condiciona a la hora de hacer frente a lo que pueda sucedernos en la vida.

Los seres humanos estamos apegados a la tierra donde nacimos. Quizá por necesidad o por afán de aventura salgamos de ella en un momento determinado de nuestra vida, pero siempre la llevamos muy dentro. Y al igual que sucede con otras especies animales, necesitamos volver a ella. Necesitamos volver a nuestros pueblos y a nuestras casas. Es por ello que precisamos que los lugares donde hemos nacido y hemos crecido, o donde hemos pasado una parte importante de nuestra vida, se conserven y mantengan en buen estado. Los necesitamos para poder situar aquellos acontecimientos vividos. Necesitamos ubicar esos acontecimientos en el entorno físico donde tuvieron lugar. Sin ese entorno físico podemos llegar a sentirnos perdidos y desorientados y el recuerdo del  acontecimiento se va desvaneciendo.

 Las casas que habitamos parecen tener vida propia, responden a la  dinámica y a los estímulos de sus moradores. Por eso, si no se las atiende, si no se las ventila y adecenta, si se las abandona por mucho tiempo se agrietan y se desmoronan. Se van poco a poco afeando y al igual que sucede con las personas delicadas de salud, las casas van perdiendo su color original y van adquiriendo un color ceniciento y enfermizo. Ya sea por la falta de atención o porque extrañen a los antiguos moradores, las casas se van dejando morir poco a poco. Se agrietan las paredes y se desencajan las puertas y ventanas hasta que vencidas por ellas mismas se acaban derrumbando. Algo parecido sucede con las calles y la plaza y los accesos al pueblo. La maleza lo invade todo en poco tiempo, y  ocupa y estrangula sus accesos hasta el ahogo.

Si las personas que habitan los pueblos van desapareciendo y nadie las sustituye, ¿Cómo podrán mantenerse sus casas en pié? ¿Quién hará posible  el acceso y el libre discurrir por sus calles? ¿Cuándo la gente que nació y vivió en ese lugar podrá regresar a él para rememorar lo que el paso del tiempo parece querer borrar?

A veces ocurre, que necesitamos volver a los lugares que guardamos en la memoria para poder refrescar los recuerdos que no queremos perder. La pequeña charca en el río donde iba de pequeño a bañarme con mi madre y mis hermanos; o la plaza donde estaba el colegio donde pasé los últimos años de la niñez, son el escenario necesario donde situar la nostalgia y la melancolía. Los lugares arropan las vivencias dándolas forma y situándolas en el espacio físico donde se produjeron. Visitar esos lugares nos provoca una sonrisa, una mueca o un estremecimiento producto del recuerdo que cobra intensidad a la vista del escenario donde tuvo lugar. La fragilidad de la memoria necesita de esos estímulos para no confundirnos al intentar recordar un acontecimiento,


La sensación de desarraigo que hemos sentido quienes por alguna razón nos hemos visto obligados a tener que abandonar el lugar donde nacimos, ha sido siempre intensa. Separarnos de los lugares en los que hemos crecido y nos hemos formado produce en ocasiones casi un dolor físico. Si aquellos lugares se perdiesen, algo nuestro se perdería con ellos. Si no somos capaces  entre todos de mantener vivos nuestros pueblos, será como entregarnos al olvido y abandonarnos a un presente sin pasado, y a un futuro que nos produce cuanto menos incertidumbre.

En respuesta a la pregunta que encabeza este escrito, podría asegurar que los pueblos sin personas que vivan en ellos, son el abandono y la desolación; son la tristeza y la desesperanza, y  son  la ruina y el despojo.


3 comentarios:

Una miembra del club de la comedia dijo...

Jesús, me encanta tu relato... es curioso como viviendo tanto tiempo en el anillo exterior de tu vida, pero dentro de su atmósfera, como ¿conociendote? desde hace dos siglos (los limítrofes medimos así el tiempo,) un relato como el que acabo de leer acaba de abrir otra puerta de un amigo que, a contramano de nuestra presunción, siempre tiene rincones hermosos que descubrir.

Querido y gamberro amigo, muy bonito tu cuento.

FUNDACIONKAKAY dijo...

Hola a todos/as. Queremos darnos a conocer, somos la FUNDACION KAKAY y una de nuestras metas es rehabilitar y construir pueblos abandonados. Tenemos recursos para materiales y personal cualificado para reconstruir pueblos, aldeas o parajes abandonados, para la repoblación de familias necesitadas de éste país. Necesitamos solamente mano de obra y proyectos (en curso o sin empezar) para colaborar con ellos. Estamos abiertos y a la espera de todo proyecto o información de algún pueblo con éstas características desde su inicio, para colaborar. Se agradece mucho el aporte de pensamientos e ideas que nos puedan ayudar a crecer en nuestro blog fundacionkakay@blogspot.com
Por favor mandar correo a fundacionkakay@gmail.com y además los invitamos a participar en nuestro blog de reciente creación donde pueden agregarse y participar activamente.

Antonia Maíllo Zamora (Antoñi) dijo...

¡Hola!, Expresas muy bien la relación tierra ser humano, como hábitat, la vinculación más allá de un medio de supervivencia , algo que se adhiere a la piel, al sentir , al carácter como tarjeta de presentación….
Me gusta mucho la imagen… ¿A qué lugar pertenece?.... Gracias
Saludos
Antoñi