sábado, 3 de enero de 2009

EL ANGEL SIN SOMBRA



EL ANGEL SIN SOMBRA
Completas
Nunca le había resultado agradable viajar y menos aún si el motivo era por trabajo, como siempre que salía terminaría durmiendo agarrado al almohadón y con la televisión de la habitación encendida pero sin sonido. ¡Terribles habitaciones de Hotel, siempre tan frías! –suspiró-
“En estos momentos nos encontramos a unos siete mil quinientos metros de altura, estamos pasando sobre el Canal de Suez, famoso no sólo por su obra de ingeniería sino también por las luchas que...”
La voz del Comandante sonaba lejana y metálica, pero era la señal, lo pactado con el Señor enigmático.
El tal Jota, así firmaba, lo dijo claramente, sólo abrir en el momento oportuno. El que paga manda, así es la vida –reflexionó-. Abrió el maletín y saco un sobre tamaño folio, quitó el precinto lacrado “es un clásico” recordó apuntar en su libreta de tapas negras, dentro un mapa con una cruz roja: Oasis de Farafa y un pueblo o aldea marcado con un círculo también en rojo. Apartó el mapa y leyó cuidadosamente una carta manuscrita del Señor Jota; Le recordaba lo que debía de hacer: “Sr. Griel su punto de destino como sabe es Egipto, pero su viaje como es lógico, no va a consistir en recorrer el Valle de los Reyes, sus monumentos funerarios, etc, su misión es acudir a un famoso pueblo situado al Sur Oeste del Cairo, cerca de un Oasis, en este enclave irá recibiendo pistas que le encaminarán a nuestro objetivo. Es muy importante que siga las instrucciones que le adjunto, es básico que usted esté en dicha aldea el día cuatro de Octubre. Saludos y espero tenga una buena estancia. Firmado Señor Jota.”
En el reverso del folio había claras instrucciones perfectamente numeradas y detalladas, las leyó un par de veces memorizándolas a continuación.
-Al menos sé que el viaje va a ser de tres días, que detalle por su parte. Un intermitente amarillo se encendió en el panel que tenía en el techo de su asiento. “Abróchense los cinturones”, miró por la ventana, era de noche, poco podría hacer ya, apuró con placer las últimas gotas del zumo de naranja y se ajustó a continuación al asiento que ocupaba, dejándose mecer por las maniobras de aproximación al aeropuerto.



Laudes
La noche había sido mala, daba lo mismo que hubiese cenado frugalmente, casi no había pegado ojo, las ojeras así lo atestiguaban, algo en su interior se revolvía, un sabor amargo en el paladar cuestionaba la misión.
Un par de horas a lo sumo, ese era el tiempo que su mente le había dejado descansar. Por otro lado tenía asumido el quebradero de cabeza que suponía comenzar una misión. Siempre era lo mismo, repasar, fijarse en los detalles, dar una oportunidad al instinto para finalmente sacar conclusiones..
Pero aquel trabajo era diferente, él perseguía a “los malos” en sus múltiples facetas: ladrones, asesinos, violadores, extorsionadores etc, y aquello no encajaba en las ofertas de la Agencia. Intentó recordar la conversación telefónica de hacía una semana. “Sr. Griel, me han hablado muy bien de su Agencia, pero especialmente de usted, tengo entendido que no dejan caso sin resolver y eso nos da una gran confianza en su profesionalidad.
Sin duda han sido clientes que han quedado satisfechos –le contesté- Bien es verdad que existen otros que hubiesen deseado mejores resultados. –un poquito de humildad no hacía mal a nadie pensé-
-Tiene que haber de todo, no obstante creemos que usted podría ayudarnos en nuestro objetivo, una misión especial, sin riesgo físico y le aseguro que bien pagada.
Aquello desde luego sonaba a miel, aunque uno no se podía fiar de las apariencias, bien lo sabían en la profesión.- Pues usted dirá-.
-Buscamos a un hombre bueno que ha perdido la memoria.
Al otro lado del teléfono se escuchó el sonido casi imperceptible del correr de un riachuelo”
Había repasado mentalmente todos los detalles, algo le inquietaba y no sabía que, algo no encajaba.
Por la mañana bajó al restaurante del Hotel desayunando copiosamente, el día podría ser duro, más valía recargar energías desde el principio.
La gente que estaba en el comedor eran Occidentales, ¿quién invade a quien?.-se preguntó-
Asfaw esperaba en la calle con toda la intendencia preparada, su guía era un auténtico profesional, al menos eso le habían dicho.
-El punto de destino está lejos, tal vez cinco horas, si quiere puede echarse una cabezada ahí atrás o contemplar el misterio del desierto en el asiento delantero, a mí me da lo mismo.
-Buenos días –le respondí-, si no le importa, prefiero ir de copiloto, si no le molesto claro. Con tal de llegar en fecha me conformo, ya sabe usted las instrucciones tan bien como yo - si había que ser frío en el trato, yo no me iba a quedar atrás.
-El día cuatro es el día que se celebra el aniversario del Ángel sin sombra-dijo de repente-
No pareció resentirse del picotazo verbal, -¿un ángel sin sombra?, ¿Qué es eso?
-Cada año se celebra su llegada, el Ángel es un hombre corriente que hace el bien, transforma la muerte en vida, las penas en alegrías, la destrucción en esperanza. Por otro lado es un ser normal que ni siquiera sabe que tiene ese Don o esa Gracia o...yo que sé. Alá el Infinito, el Misericordioso, le envía como consuelo a los mortales para despertar a los que están dormidos o muertos.
-Un hombre que hace el bien-repetí-, pero dígame, por qué dice que es un Ángel sin sombra.
El Jeep recorría mientras tanto la carretera interminable, atravesando un desierto del todo indiferente.
-La leyenda cuenta que un día, el Ángel, tuvo un encuentro con el Altísimo y éste le ofreció concederle un Don, pero él en su humildad rechazó tal prebenda. Una Gracia he de concederle, mas he de respetar su voluntad buscando la forma de dárselo-pensó Dios-. Finalmente Nuestro Señor encontró la solución, le otorgaría la Gracia que allá por donde fuese, su sombra y no él curase a los enfermos y diese esperanza a los desheredados, más nunca sabría quien hacía tal milagro ya que nunca vería lo que a su espalda tenía.
-Como leyenda no está mal, pero es un poco absurda pues, gran parte del valor de hacer el bien está en que los demás sepan que se está haciendo sino ¿de qué vale?.
-Asfaw le miró. -El valor del bien lo descubre cada uno en su caminar, si averiguas lo que significa ya no eres caminante, te conviertes en un peregrino, un ser que ya sabe a donde va, aunque camine. Esa misma pregunta se la han hecho muchos y es bueno, están vivos, otros aún están dormidos, pendientes de cualquier suspiro y muchos ni siquiera se la hicieron, están muertos. No habló mas durante todo el viaje, se limitó exclusivamente a indicar por donde transcurría.
El desierto contemplaba con parsimonia el recorrido del vehículo.
El oasis era considerable, aquello era un pueblo grande, estaba amurallado. Recinto histórico artístico había leído en una guía; Cruce de caminos, encrucijada de civilizaciones, modelo de tolerancia, había leído en otra. El conductor tuvo la deferencia de recorrer su perímetro indicando los sitios que tenían especial relevancia.
-No se pierda la Plaza de los Espíritus, merece la pena, tal vez le dé alguna pista.
El Hotel era sencillo, tenía una situación privilegiada. Desde la habitación que le había tocado en suerte, podía contemplar la plaza central, así como el alto minarete de la mezquita.
Antes de bajar a cenar, el investigador trató de poner en orden todas las ideas que había ido apuntando en su cabeza: Hombre bueno-no consciente-hacer el camino-día cuatro-un Ángel sin sombra-el valor del bien- el peregrinar de los que están vivos.
No encontraba el hilo capaz de unir todas aquellas piezas que le habían ido apareciendo.
La noche por otro lado invitada a pasear por aquel centro tan peculiar. La plaza de los espíritus era en realidad un lugar único, bautizado por la población con tal nombre, hacía referencia al emplazamiento de tres edificios sacros: la sinagoga judía, la iglesia cristiana y la mezquita musulmana. Parecía ser que los representantes de las tres comunidades se juntaban cada tarde a la caída del sol en un pequeño local donde compartían un té con unas pastas. Los feligreses del local decían que aquel centro se convertía en el auténtico lugar de ecumenismo de la tierra.
-Una moneda en el nombre de Alá –estoy enfermo y tengo hambre- le increpó un mendigo. Su estado era lamentable, su vestimenta andrajosa y la expresión de rostro era cetrina- El detective echó un vistazo a su billetera, tenía diez monedas sueltas, las manoseo, las palpó y finalmente soltó con vértigo cinco de ellas. Aceleró el paso, ya había hecho la buena acción del día. Pero un pensamiento le sugirió una idea. ¿Y sí?, ¿No será que yo..?. Tal vez sea yo.-se dijo- Torció su cabeza mirando nuevamente al mendigo, su sombra recaía sobre aquel al que había entregado las monedas –tonterías-pensó, -vaya estupidez se dijo a sí mismo. El mendigo retuvo la mirada, le estaba esperando, bien es verdad parecía más locuaz, más vivo, más.....¿sano?. -De diez que tienes, cinco te sobran -respondió- Nada das, si tú no te das, amigo
Aquel hombre se levantó del suelo, haciendo bailar las monedas entre sus manos, con total indiferencia se dirigió al local de la plaza de los Espíritus, mientras la sombra burlona le contemplaba. Cabizbajo retornó rumbo al Hotel mientras a su espalda escuchaba las risas de cada uno de los clérigos que en la tetería se encontraban.
El encuentro había despertado en el detective sentimientos contradictorios, los últimos acontecimientos le hicieron meditar creándole un cierto malestar; Lo primero la ingenuidad de pensar que él podía dar vida a la leyenda, algo inconcebible ya que para ello había que ser humilde y lo segundo no llegaba a entender el mito de la sombra, curar sin que tus ojos lo vean. El mendigo fue el remate, esta misión no es para mí.-se dijo- Demasiadas cosas raras, ¡yo abandono!
Pensativo caminaba rumbo al hotel, cuando alguien a su espalda le empujó, cayendo de bruces en el pavimento. No le dio tiempo siquiera a parar la caída con sus manos. El golpe en la cabeza fue fuerte. Se incorporó presionando la herida de la frente. ¡La cartera!, Se echó mano al bolsillo del pantalón, -me han robado, ya lo que faltaba- ¿qué más podía pasarle?, Miró en derredor, nada, nadie vio nada. Un ciclista pedaleaba a toda velocidad.
Llevaba un buen golpe en la cabeza, sentía unos pinchazos en las sienes, se mareaba. Nunca había recibido un golpe tan fuerte, bueno, tal vez sí.-pensó-Miles de imágenes le llenaban su visión, sin conexión aparente. Había leprosos, enfermos, desahuciados, heridos y gente agradecida. Un accidente de coche y un hospital. La cabeza le daba vueltas, se sentó un buen rato, estaba cerca de una de las plazas cercanas al Zoco. Quería ordenar sus pensamientos. ¿Dónde estoy?. Pasaron los minutos con su mente en blanco, había estado ensimismado sin saber el tiempo que había trascurrido, finalmente miró al reloj. Era hora de volver al hotel, descansar, dormir, dormir.
-Sr. Griel –le llamaban de recepción- un hombre, un pobre –se lo pensó- ha traído esta cartera y preguntado por Usted. Por cierto, si desea ayuda, tenemos un botiquín que ...
-¿Qué? –cogió la billetera, no puede ser, me la robaron, ...o eso creía.
-Puede comprobar si le falta algo señor, el que lo trajo tenía una pinta desarrapada, enfermiza, era un indigente conocido por su mala fama
-Sí, sí claro-. No faltaba nada, ni los documentos, ni el dinero. Dentro de la cartera había una nota manuscrita, parecían caracteres árabes. -lo podría leer por favor-, el recepcionista le miró,
-No sé si lo entenderá señor Griel, aquí pone: “De cinco que tuve, diez entregué” ¿Qué das si no te das?.
Es lo único que dice. Usted tal vez lo sepa interpretar Señor, señor Griel. Ya no le escuchaba, subía las escaleras como si llevase una carga pesada a sus hombros. ¿Qué estaba pasando?. El Sr. Jota, el enigmático ya le dijo que iría recibiendo pistas, pero nunca creyó que estas fuesen tan extrañas. ¿Y el objetivo?, ¿Dónde estaba?, ¿Quién era?. En el escenario de aquel teatro. ¿Que representaba él?, ¿La flecha o tal vez la diana?. Agotado se tumbó y durmió muy profundamente.

Vísperas
El despertador sonó a las siete de la mañana, pero fue hasta las ocho treinta cuando decidió por fin saltar de la cama. Vaya noche que había pasado, se dijo para sí mismo, iba a abandonar la misión, aquello le estaba costando la salud. Se asomó a la ventana, el frescor de la mañana desentumecía los huesos, pero notó algo extraño, un ligero temblor, la cama se empezó a mover lo mismo que la lámpara. No puede ser – se angustio-. El silencio en la calle era sepulcral, los gorriones tan pesados siempre, estaban callados, algo se avecina, pensó. Salgan a la calle, salgan, salgan. Alguien gritó desde la puerta, corran, es un terremoto. Pero la noche llegó de golpe, una oscuridad total se adueñó del pueblo. Calló al suelo, nuevamente se acercó al balcón, se agarró como pudo, la tierra temblaba, el edificio se movía, una sacudida, otra más fuerte, se oían ruidos de destrucción, otro latigazo. Y se hizo el silencio. Miró por la ventana nuevamente, el terremoto había sido devastador, apenas había durado minutos y las casas estaban derruidas, los templos, parecía, eran los únicos que resistían, los servicios de emergencia y los equipos de voluntarios aún no habían tomado conciencia de la magnitud del seísmo. Había que salir de allí a toda prisa. Tenía mucha sed, una sensación de resaca terrible, pero los grifos estaban secos. Bueno aún quedaba un poquito en la cantimplora, pero lo primero salir, se la colgó al hombro. ¿Qué hacer?, Bajó rápidamente las escaleras, tomando al vuelo su pequeña bolsa, dentro llevaba su documentación, la cámara de fotos, su incansable libreta de apuntes y un teléfono móvil sin cobertura.
En el Hotel no quedaba nadie, los turistas habían desaparecido, serían los primeros rescatados.
-Ayúdeme por favor, está mal herido –la voz venía del fondo, al lado de recepción. No se lo pensó dos veces, acudió a la llamada a riesgo que aquello se viniese abajo.
En el suelo estaba Asfaw, tenía una terrible herida en la cabeza, un individuo prestaba la primera cura, presionaba la hemorragia, pero aquello parecía no tener buena cara y al cabo de los minutos un último estertor surgió de su garganta, falleciendo acto seguido.
No podían hacer nada mas por aquel desgraciado. Salieron a la calle, era increíble, todo estaba gris, había polvo suspendido en el aire, gritos. ¿Era de día?
-Corra, corra lo malo de los terremotos es que repiten y eso es lo peor, corra, venga vamos. Estaba desorientado, en unos minutos todo había cambiado, no sabía que hacer.
-Agua por favor, oyó a su espalda, era una voz débil
-¿Eh? ¿Quién anda ahí?, Miró hacia atrás ¿quién es?¿, ¿Dónde está?
-Aquí, aquí, soy yo Asfaw, agua por favor. Griel no se lo podía creer, le había visto con sus propios ojos hacía escasos segundos, y le hacía muerto, estaba seguro. Sacó su cantimplora se la puso entre los labios y bebió. A Griel le ardía la garganta, tenía tanta sed como el herido, era la sensación de tener un estropajo dentro de la boca, pero había alguien que lo necesitaba mas que él. Le ayudó a incorporarse y apoyando su espalda en la pared, tragó lo poco que faltaba. El guía le miró a los ojos.
-Gracias, ¿ya te has dado cuenta verdad?, No puedes huir mas, tu misión ha terminado.
Era todo tan irreal, tan nebuloso, había tanto polvo y la cabeza le daba vueltas, los sonidos del silencio estaban vivos: dolor, angustia, miedo. Caminó hacia la salida y se paró en el umbral: Silencio. No había nadie en la calle, sólo destrucción, a su derecha oyó voces, había una puerta, antes no la había visto, estaba cerrada, empujó y se abrió suavemente. Notó una sensación de frescor, era agua, un riachuelo puro, cristalino, lento, muy lento, y a su vera había frutales, múltiples árboles diferentes.
-Adelante amigo, tienes sed ¿verdad?, Toma un vaso. Hacía tiempo no nos veíamos. ¿Ya te acuerdas?.Hace muchos años nos encontramos y te concedí un Don. ¿Te acuerdas Gabriel?. El ciclo de la vida, el bien y el mal, el principio y el fin. La sombra del ángel, aquel hombre que no quiso saber el bien que su sombra hacía. Y no lo veías. Un Don, que humildemente no querías. Pero ahora, ha llegado el tiempo del encuentro. Fuiste peregrino. ¿Estas cansado?.
Era un hombre alto, tenía barba y vestía una túnica blanca, transmitía una sensación de Paz, de infinita Paz. -Te habías dormido. Algunos creyeron que estabas perdido, pero tan sólo te habías dormido, un accidente de coche, fue una pequeña amnesia temporal mientras hacías camino. Necesitabas una llamada Gabriel. Bebe y descansa, esta es tu casa.
Gabriel miró hacia atrás. ¿Tanto trayecto había recorrido?. El sol le daba de cara y su sombra alargada se proyectaba más allá de donde él podía ver. Miró de nuevo de frente y asintió. Sólo había estado dormido.

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