viernes, 14 de enero de 2011

EN BUSCA DE LA FELICIDAD por Ignacio Lopez

finalista del certamen literario Alberto N Garcia prieto

Vuelvo a subir el Himalaya de la desesperación. Desde aquí, desde lo alto, o desde lo bajo, siempre termino por ver Driet, antaño pueblo olvidado, a menudo quimérico, accesible únicamente para unos pocos, pero desde su redescubrimiento, hace escasos años, ciudad recurrente, de obligada visita.

Antiguamente Driet era un tabú que únicamente se podía encontrar en novelas de ficción y en la historia oral de algunas familias, casi nadie pensaba en Driet como finalidad, ni como meta o destino, ni tan siquiera se tomaba en serio a la gente que hablaba de ello, se la consideraba loco. Muy pocos eran los mapas que la incluían en su geografía, y tan sólo un par de guías de viaje hablaban de Driet como “atracción turística”. Era una olvidada. Hoy Driet es distinta, muy distinta. Hoy Driet es una ciudad enérgica, bulliciosa, hiperactiva, cosmopolita, abierta. Su centro, Nogüer, es el barrio más caro del mundo . Los mejores hoteles adornan sus calles con lujosos vestidos, y las rentas más altas juegan en la abundancia. No se es nadie si no se ha estado por lo menos un día paseando por sus calles … Así, hoy, cuando el valor más en alza es hiperrealismo y curiosamente nadie cree en las metafísicas, Driet resurge, más que nunca, alentada por esa revalorización que tiene lo que nunca acaba de morir, alentada por el querer conocer lo desconocido, y alentado, por qué no decirlo, por el interés de algunos en que se conozca…

Supongo que no en vano el que los habitantes de Driet sigan dedicándose a lo mismo que hace siglos, “venta de escaleras hacia la felicidad”, es por lo que los negocios han prosperado, supongo que es la razón por la que la demanda de sus productos es ascendente, y también que es el motivo fundamental por el que hay cada vez más compradores dispuestos a pagar lo que sea por una de las escaleras que allí se venden. Y en Driet, como es lógico, cada vez hay más vendedores que ofrecen las mejores escaleras, con los mejores materiales y las más altas calidades. Los comercios se han profesionalizado, las tradicionales familias de artesanos “escaleros” han dado paso a verdaderos emporios basados en la venta agresiva y en unos comerciales hiperespecializados en labores de marketing directo e indirecto, que extienden su producto mucho más allá de las redes habituales. De esta forma las escaleras de Driet ganaron fama mundial, y así, hoy, todo el mundo se establece como objetivo conseguir una de las escaleras que allí se venden, da igual credo, país, sexo, raza, edad, estado civil… da igual origen, motivaciones, moral o inquietudes.

Como cualquier otro artículo en alza, las escaleras se han diversificado y hay diferencias en precios y terminaciones: peldaños más o menos altos, materiales más o menos nobles, bases más o menos seguras, y por supuesto, fábricas con mayor o menor grado de fama y reputación. No es raro ver en Driet familias que se hacen fotos al lado de tal o cual comercio, juntos a una u otra base de asentamiento escaleril, o que piden a cualquier transeúnte que le saque un retrato al lado de un archiconocido comercial de cualquier SuperEmpresa. Hasta se ha creado merchandasing, y catálogos web de productos Driet: camisetas I Love Driet, Escalera hacia el cielo, Yo estuve en Driet y pude contarlo, From Driet to Heaven… existen también tazas grabadas con un “Ponga a Driet en su vida”, “Busque y compare, pero termine en Driet”… Las propias escaleras tradicionales finalizan en el último peldaño con cartelitos que dicen: “si lo hubiera comprado en Driet su ascenso no finalizaría aquí”. Es tal la popularidad de sus productos que si no se tiene uno, uno queda casi apartado del resto. BIENVENIDOS A DRIET, se puede leer en las cajas de algunas marcas de preservativos.

¿Qué es lo que hay cuando uno llega arriba de cada escalera?. Depende. Hay gente que habla que notaron durante segundos una sensación irrepetible, totalmente nueva… la mayoría, sin embargo, no dice nada, baja tal y como subió, pero recomienda a otros que vayan a Driet a comprar una escalera, a vivir la experiencia, esa experiencia única que es poder llegar a tocar la felicidad.

Lo más curioso de Driet, como de muchas cosas afamadas, es su origen. Hasta donde pude saber, la fundación de Driet correspondió involuntariamente a una mujer, casada, con hijos, que cierto día de invierno se bajó del autobús en el que viajaba, apeándose en una parada inesperada e inhóspita y comenzó a andar sola hacia ninguna parte conocida aparente. Días más tarde la encontraron y le preguntaron que por qué se había bajado de aquel autobús y que cómo había podido mantenerse viva. Ella dijo que había visto la felicidad por una ventanilla y que tenía nombre y apellidos, los suyos propios… “dejé de creer, cuando empecé a pensar… en mí” dijo ella. La mujer desapareció, pero desde entonces, todo el mundo quiso aspirar, si acaso, a atisbar la sombra de lo que aquella mujer estaba hablando, y se asentaron en ese mismo lugar.

Por eso hoy, desde el Himalaya de la desesperación, sigo viendo Driet con relativa facilidad, pero aún continúo preguntándome más por esa mujer y por si, tal vez, sólo tal vez, la solución pudiera estar efectivamente, sólo en mí. Afortunadamente, desde esta cota, puedo preguntárselo a los cuatro vientos, no hay riesgo de aludes, ni tampoco hay riesgo de que alguien me pueda responder.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Quién me presta una escalera,
para subir a los cielos,
y quitarle los clavos,
a Jesús el nazareno?
...