martes, 15 de febrero de 2011

Un futuro abierto...por Consuelo Durandez



Un futuro abierto… El reflujo del sueño está todavía presente, busca entre las imágenes que aparecen y se desvanecen en su frente. ¿A qué viene esta vieja declamación?. Finalmente la vigilia se instala definitivamente y desde el gobierno del yo cotidiano busca el recuerdo del sueño reciente.

Sí, sí, estaba en el desierto. La noticia sobre el conflicto del Sahara Occidental del telediario, de los varios telediarios replicantes de anoche, me ha habitado el sueño y me ha situado dentro de una historia con sabor a saharauis, amenazas marroquís y los conflictos que llevo analizando mas de tres años.

Se acuerda de la rabia con que escuchó anoche el relato de la soberbia y el desprecio del gobierno de Marruecos, y la angustia por las personas que ese momento están  parapetando físicamente la reclamación de un país independiente, saharaui… Pero fué un paréntesis,  la serie de ayer ¡estuvo tan interesante!, el lio entre la arquitecta y el policía corrupto está a punto de caramelo…. Sin embargo, al irme a la cama, el Sáhara ha vuelto.

El intervalo de ira y miedo ha ocupado su sueño. Disuelto el parapeto de confort y rutina, lo esencial ocupa su espacio natural convirtiendo la cama en un campo de batalla de arena amarilla.

 Mercedes lleva en su interior un conflicto antiguo. La distancia real entre los problemas reales y el sufrimiento moral con que los sobrelleva. La conciencia amortiguada por el prisma virtual a través del que intuye el dolor ajeno.

Hace tiempo, largo tiempo ¡pasa tan deprisa! que los lazos del compromiso con sus dos hijos están deshechos. La tregua pactada consigo misma para dedicar sus manos y su piel a los pequeños se ha prolongado en una aparente pero real rutina confortable, en la que los sentimientos de solidaridad avivados por las esquinas de un periodico o las imágenes de una pantalla, forman parte de esa misma rutina.

Sabe que sabe y que no quiere saber mas pero que continúa sabiendo. Una y otra vez en la consulta. Como el agua subterránea que emerge sin control a la superficie porque está ahí, discurriendo.

El paladar del sueño embarga ahora su vigilia… Y en un momento ve, mas allá de los objetos y de su vida inmediata. Vé y aparece de forma enormente sencilla la decisión que durante años ha conseguido mantener semioculta, semivisible, e invariablemente postergada.

El Sáhara, ahí tiene su primer destino. Lo demás ya está quedando atrás, desde el instante en que se ha roto el vínculo del miedo.

La mañana es una incertidumbre antigua y nueva, llena de esperanza, de misterio, en la que Merce renace fecunda, abierta y preparada para todo lo que la vida puede deparar, como un milagro, a cualquier ser vivo.

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