sábado, 3 de marzo de 2012

la soledad de LAURA por Angela Suarez - FINALISTA-



Otro  día más,pensó Laura mientras  atusaba sus primeros cabellos blancos,sería una jornada igual que la anterior,nadaimportante que destacar, una rutina que llevaba con resignación desde que falleciera su querido Manuel.
Preparó como siempre la bandeja con el café y las madalenas  y se acercó a la  ventana para ver pasar a la gente, personas que sin saberlo la acompañaban cada mañana, con ellas se sentía menos sola, eran como una familia sin nombres, pero a ella le bastaba.
 El día había amanecido soleado, pero frío,  pronto comenzaría el invierno y sería más difícil dar un paseo por el parque como hacía cada mañana.
Se colocó el abrigo y anudó al cuello una gruesa bufanda regalo de una buena amiga tiempo atrás. Cogió del armario un gorro marrón que guardaba desde hacía muchos años y del que nunca quiso desprenderse,le traía muy buenos recuerdos, pero optó por dejarlo una vez más en el mismo rincón.
Salió a la calle y con paso ligero, rodeó la manzana de casas que le separaba de la entrada a los jardines, había poca gente, algún deportista madrugador, y varias personas que pasaban de los sesenta, ella pronto los cumpliría, pero se sentía llena de vitalidad.
Dirigió sus pasos hacia el estanque, era una delicia contemplarlo a esa hora, sin la algarabía de las barquitas llenas de jóvenes remando, sólo se oía el ruido de las hojas rezagadas al caer,que aún quedaban en los árboles y que el viento otoñal lanzaba al agua.
Continuó su paseo, ¡Cómo agradecía los rayos de sol de un incipiente invierno que para nada deseaba!, era más feliz en primavera, incluso los calores del verano se le hacían más llevaderos que los fríos y gélidos días invernales.
Llevaba una hora paseando y pensó que ya debería regresar a su hogar, pero algo que no supo analizarle hizo desistir y continuar por más tiempo, la verdad es que hacía una mañana preciosa y no tenía prisa por volver, nadie la esperaba, así que tomó un camino que llevaba a una especie de gran gruta donde solía haber exposiciones de arte.
El recinto era muy original, entre las paredes surgían unas vidrieras por las que se filtraban los rayos de sol que iluminaban las salas, dándoles unos contrastes espectaculares de luz. Recorrió todas ellas despacio, disfrutando con cada obra, entre sus aficiones la pintura era una de las que más le atraía.
De pronto oyó que alguien pronunciaba su nombre, se volvió sorprendida y se encontró con la persona que menos podía imaginar, Alfredo, un antiguo amigo de su difunto esposo al que siempre apreció y del que no había vuelto a tener noticias desde hacía un montón de años.
Mi querida amiga, ¡No puedo creer que seas tú!, ha pasado tanto tiempo. Desde mi partida a Inglaterra no había vuelto a saber nada de vosotros, pero cuéntame cosas, ¿y Manuel?, ¿cómo se encuentra?. Bajó la vista y le comunicó su fallecimiento hacía ya siete años, y que vivía en la misma casa que él conocía y en la que tantas veces habían estado junto a otros amigos, compartiendo cenas y copas.
No te  imaginas cuánto lo siento, Manuel era para mí como un hermano y me duele mucho su pérdida, pero ¿cómo llevas la soledad?,  pues recuerdo que no teníais hijos, y en esos momentos te hubiera hecho mucho bien su compañía.
Dirigieron sus pasos hacia la salida, se había hecho un gran silencio entre ellos, posiblemente rebuscaban en sus recuerdos y uno de los dos tendría que romper esos prolongados instantes.
Siguieron paseando un buen rato, empezaba a levantarse un viento fresquito y debía volver a casa.
Me gustaría mucho comer contigo, ¿aceptas la invitación de un viejo amigo?, preguntó él sin muchas esperanzas.Desde luego, contestó  ella de inmediato encantada de hacer algo distinto ese día.
Eligieron un restaurante cercano a su casa, hacía mucho tiempo que no visitaba ninguno, así que se acomodó en la silla y sonrió satisfecha, demasiado tiempo sola, pensómientras miraba con curiosidad a los comensales próximos a su mesa.
 La comida transcurrió relajada, no paraban de hablar, cada uno iba desgranando las vivencias de todos esos años y la cercanía entre ambos se hacía más evidente a medida que transcurría el tiempo.
Salieron del restaurante y con paso ligero, pues comenzaba a refrescar, se dirigieron a la calle donde ella vivía. Por el camino, Laura pensó que podrían tomar café en su casa, al fin y al cabo era una persona viuda y nadie podría recriminarle por ello, hasta su querido Manuel lo hubiera aprobado, pues habiendo sido casi hermanos debería tratarle como a un miembro de la familia.
Mientras metía la llave en la cerradura, pensó si lo que hacía era lo más correcto, pues en su interior comenzaba a nacer como una ilusión, una esperanza, algo nuevo que no sabría explicar, quizá estuviera a punto de acabar con esa soledad que la consumía.
Toma asiento dijo, mientras se desprendía del abrigo y colocaba el de él en una butaca, enseguida prepararé un café, o quizá prefieras un chocolatito muy caliente. Eso del chocolate suena muy bien, acepto la oferta.
Desapareció de la sala y regresó de nuevo con una gran bandeja,en la que reposaban dos humeantes tazas de chocolate y una fuente repleta de bizcochos.
Está  delicioso dijo él limpiándose una gota que le escurría por la barbilla. La fuente iba quedando vacía y la merienda tocaba a su fin. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Dijo ella. Ha anochecido, que cortas son las tardes del otoño y más serán en invierno. Cómo anhelaba los largos días de junio.
Recogió de la butaca el abrigo y los guantes de su amigo y se los entregó con tristeza, iba a quedarse de nuevo sola y no le agradaba la idea.
Por un instante pensó que la vida podía darle una segunda oportunidad y no quería dejarla escapar de ninguna manera, así que comenzó a detallarle sus solitarios paseos por el  parque, cada día, cada mes, cada año,y tímidamente le preguntó ¿tú sueles pasear por allí o sólo fuiste a la  exposición?. No, no acostumbro a dar paseos, nunca me ha gustado el deporte pero comprendo que me vendría muy bien, pues los años pasan y la vitalidad se va perdiendo cuando has cumplido los 70 como es mi caso, así  que si tú quieres,podemos dar el paseo juntos.
Durmió toda la  noche de un tirón, no recordaba la última vez que algo igual hubiera ocurrido.
Como cada día, se preparó el café y las madalenas, se acercó a la  ventana, pero sólo de refilón observó a los viandantes que pasaban bajo  ella,  se sentía diferente, acababa de descubrir algo nuevo en su interior, algo perdido con el tiempo.
Se colocó el abrigo, anudó al cuello la gruesa bufanda de lana y cogió del rincón del armario el viejo gorro marrón que nunca quería ponerse. Presentía que algo iba a cambiar en su vida, los buenos recuerdos que le traía ese gorro eran el principio
Atravesó las grandes puertas por las que se accedía al parque y allí estaba él, apoyado en la barandilla que bordeaba el estanque, le pareció de lejos  más alto que el día anterior, y el corazón comenzó a latirle con más fuerza. Verdaderamente no era la misma, algo había cambiado y se alarmó.
Se saludaron muy cariñosamente y comenzaron el paseo. El día había amanecido  fresquito pero lucía el sol, un sol de final de noviembre que calentaba poco pero brillabamucho, era perfecto para pasear entre los montones de las hojas caídas de los árboles.
Se aproximaba la hora de comer y ninguno de los dos se atrevía a tomar una decisión, o lo hacían juntos, o quedaban para el día siguiente, o tal vez no volverían a verse.
No estaba dispuesta a quedarse sola otra vez, así que se armó de valor y le preguntó sin más preámbulos ¿Te gustaría acompañarme acomer?, sería en mi casa, prosiguió, algo sencillo. Desde luego, contestó él de inmediato, me agradaría mucho.
La sobremesa se prolongó hasta casi las cinco de la tarde, entonces él dijo: propongo un paseo por la gran avenida y después ver una  película en alguno de  suscines. Genial, dijo ella, es una idea magnífica y corrió a ponerse el abrigo, la bufanda de lana y elgorro marrón que por fin   había salido  del rincón del armario.
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Esa noche como solía hacer, habló con Manuel, le contó lo de su amigo y lo feliz que era, seguramente no volvería a estar sola,  necesitaba un poco de tiempopara conocerle, pero estaba segura que saldría bien y le dio las gracias, gracias por haber hecho el milagro de poner  a su mejor y más querido amigo en  su vida.

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