jueves, 29 de marzo de 2012

ELVIRA SUAREZ PAREDES - FINALISTA- ADIOS PALABRAS


 
He sentido su tacto. Pero ha llegado el momento.
He decidido escupir todas las palabras que llagan mi pensamiento. No dejaré ni una migaja de ellas. Morirán en estas páginas.
La tristeza fue mi compañera, pero su último suspiro llegará cuando esboce el punto final.
Ésta es mi historia:
Los colores del otoño ya habían irrumpido en el paisaje. Cuando conocí a “M” (no quiero pronunciar su nombre), mi vida estaba marcada por la confusión. Hacía dos meses que había roto una relación y no sabía muy bien qué camino seguir. “M” hizo que todo cambiase, mi mente olvidó la indecisión y comencé a creer de nuevo en el amor. Fue un flechazo.
A los pocos días de empezar a salir con él, ya me prometió amor eterno. Me agasajó con regalos y palabras edulcoradas. Me enamoré. Sería una falsa si ahora dijese que no. Como una adolescente que acaba de descubrir la pasión, me zambullí en una aventura que nunca antes me había arriesgado a vivir. Cada amanecer, unos versos de amor descansaban en mi felpudo. A mí me parecían los versos más hermosos del mundo.
Llantos en mis ojos si tú no estás,
alegría en mis labios si te beso sin cesar,
un mar en calma que me hace gozar,
ojos limpios imposibles de ignorar.
Si existe la belleza, sólo tú lo eres.
Si mi vida se evapora, sea contigo.
Reina de todos los seres,
por ti vivo.

Hoy, leo estas palabras y entiendo que no estaban cinceladas en sinceridad. Eran simples atrezos de un teatro que ahora mismo acabo de desmantelar. ¡Al infierno con los versos esculpidos en hipocresía!
“M” utilizaba una gran sonrisa como máscara seductora. En muchas ocasiones me he preguntado por qué no me di cuenta de su disfraz. Da igual: adiós a esa maldita pregunta. Jamás volverá a merodear en mi cabeza. Sé de sobra que estas preguntas nacen y mueren sin respuesta.
La relación circulaba a velocidad de vértigo, quizás ello ayudó a no ver ciertas cosas con la claridad que aporta el paso sosegado. Es curioso, pero si echo una mirada atrás (lo hago para no tener que volver a hacerlo), veo con luz racional lo que la nebulosa del amor me impedía advertir. ¡A la mierda con esas miradas atrás! A partir de ahora miraré sólo hacia delante.
<<“M” es un encanto de hombre>>, me dijo en una ocasión mi mejor amiga. Ya ves, Lucía, tú también te lo creíste.
La primera vez no fue la última. Ojalá hubiese sido. Pero, ¿qué estoy diciendo? Jamás debió haber una primera vez. ¡Qué cabrón! Su mano, ésa que tantas veces acaricié, se quedó marcada en mi rostro. Pero lo peor de todo es que esas marcas siempre calan hasta lo más hondo del alma, que es donde el dolor puede reírse de nosotras con más alevosía. Aquel fatídico día, aquel infierno que quemó las raíces de mis valores e inhumó los sueños que me habían acompañado hasta el momento, debe morir hoy. ¡Que te jodan, puto día!
Hubo una segunda vez, y una tercera…Sí, de acuerdo, ¿Por qué no denuncié antes?, ¿por qué no huí de aquella prisión? ¡No lo sé! Estaba totalmente anulada como persona. Llegué a sentir pena por mi verdugo. No podía imaginar una vida sin él. Porque, evidentemente, después de los malos modales y de los golpes, siempre venían las palabras robadas del teatro: <<Te quiero, mi amor. Perdóname. No puedo vivir sin ti>>. ¡Bolsa de basura!, ¡ábrete!, que lanzo todas estas mentiras a tu interior.

Yo, que fui maltratada por el hombre que amaba, sé lo que son los sentimientos envenenados. Conozco esa ansiedad que aprieta hasta dejarte sin un ápice de tranquilidad. He nadado en rompientes donde ni el salvavidas podía ayudarme. He llorado hasta que mis ojos ya no han podido fabricar más lágrimas. He sido escupida por la mala suerte que a veces nos tiene reservada el destino. He maldecido hasta la afonía sin que nadie pudiera escucharme. He creído que el único sentido de la vida era sufrir hasta el último bombeo del corazón. He pensado -sin querer pensarlo- que yo tenía la culpa. Me he deslizado por caminos donde las espinas brotaban a ambos lados. He conocido a la soledad en su apariencia más cruel.
Pero ya no habrá más. La pesadilla ha finalizado. “M” arderá en la hoguera de los hombres cobardes. Sus cenizas serán polvo del olvido.
¡Adiós, palabras! Ya nunca habitaréis en mí.



viernes, 23 de marzo de 2012

ESTRELLA CRUZADO-ARES-FINALISTA



Sentado en un rincón y tiritando, apenas se atrevía a moverse.La noche sin luna apenas dejaba percibir algunas sombras, algunos movimientos que hacían presumir la presencia de seres, quizás como él, quizás diferentes.

Él desde su corta edad no entendía lo que había sucedido en los últimos días. Recordaba con tristeza a aquel niño juguetón que compartía sus juegos y sus ratos.Los días previos de ajetreo y el calor irresistible de Sevilla de finales de julio. Las voces y discusiones no entendidas y los lloros de aquel su amigo.

Risas y llantos que a él a veces le parecían ajenos a sí mismo.

El colegio había terminado y la presencia de la abuela se hizo más presente:

-¡Niño estate quieto, no revolváis, ya verás cuando llegue tu madre de trabajar!,era el continuo soniquete de la buena señora.

Ellos ajenos, reían y saltaban en un terrible frenesí solo interrumpido por algún que otro programa de televisión en que abrazados a ratos dormian. También los largos paseos matinales con el abuelo, parecían calmar a las fieras.

Un día desaparecía una zapatilla, otro algún objeto caía al suelo sin posible reparación. También agujeros aparecían en alguna que otra prenda de vestir sin ninguna apreciación de su posible valor o marca…, después siempre lo mismo, alegría por la llegada de la madre, seguida de una regañina y un sálvese quien pueda.

¡Esto no puede seguir así, y con las vacaciones a la vuelta de la esquina!, ¡esto es un desastre!, decía la madre nerviosa y cansada.

De todo aquello, solo recordaba aquella discusión entre la madre y el padre, con voces altisonantes en que uno y otro argumentaba sin llegar a un acuerdo claro.

Frases inconexas como:

-No lo aceptan.

-No nos lo podemos permitir.

- He hecho gestiones con diferentes personas y a todas les viene mal.

- Hay que solucionar el tema.

De vez en cuando ambos volvían el rostro y solo encontraban pucheros y una gran tristeza en su cara redonda del niño, seguida de llanto.

Los días pasaban y no había ninguna solución.

Y llegó el domingo, ese de finales de julio, previo a las vacaciones. Como cualquier fin de semana de verano se dirigieron a aquella casita que un familiar lejano les dejo en herencia en un pueblo cercano.En el jardín continuaron los juegos y la alegría, solo las petunias y margaritas sufrían aquellos saltos y correteos.

Aquel domingo, si, aquel domingo, se fueron en el coche. Él como siempre, se subió el primero seguido de su amigo.Llegaron a un paraje lejano donde se bajaron. Era un frondoso bosque que mantenía un poco de frescor en su umbría que hacia soportable la canícula.

Después de caminar rápidos un buen trecho, él se alejó de ellos, guiado por su curiosidad y los olores desconocidos de aquel paraje.Al rato, volvió al punto de partida donde ellos estaban, pero no había nadie, un conejo aterrorizado, salió a su paso cuando buscaba el rastro de su amigo y sus padres.

Lentamente pasaron las horas. Cuanto más buscaba, menos reconocía el paraje y los aromas y personas conocidas. Le entro miedo.

Las lentas horas del día transcurrían y dejaron paso a la noche a las estrellas y a la tímida luz de la luna llena que invadió de sombras negras el paisaje.

Desconcertado empezó a sentir sensación de hambre y terror. Estaba acostumbrado que con las primeras horas de la noche, se llenaba su plato de comida y a beber esa sabrosa agua fresca que deleitaba con placer.Los ruidos nocturnos le rodeaban e intimidaban cada vez más.

Anduvo vagando sin rumbo, vio unas luces lejanas que le recordaron los paseos nocturnos rápidos con el padre a última hora del día.Cansado y amedrentado se fue acercando a aquellas luces, que según se aproximaba pasaban cada vez más rápidas.

Un silbido, seguido de un grito que le llamaba desde un coche blanco y verde, le hizo salir de su aturdimiento. No era el coche conocido, pero al menos era un coche y había personas. Bajaron dos hombres vestidos de verde, con gorras, que le fueron cercando. Él, quizás por miedo, quizás por cansancio se dejó hacer.

Una soga al cuello le ataba a una pieza saliente del maletero del vehículo. A lo lejos, fuera se oía la voz del hombre sin ningún matiz, alta como si no le oyeran, que hablaba por la radio del coche:

-Si negro…,

-Estaba en la carretera, vagaba sin rumbo…

-No, no había ningún coche cercano, ni nadie.

-Nos dirigimos para allá, esperadnos.

Era tarde y no había nadie cuando llegaron. Las altas verjas no mostraban presencia humana, solo los sonidos propios del establecimiento.

De nuevo se en el coche se dirigieron al cuartelillo. Allí en una celda maloliente le ataron a uno de los barrotes, le dieron agua, pero en su estado, no la probó. Estaba asustado y confundido.En la celda de al lado dos borrachos nauseabundos y llenos de alcohol increpaban a los guardias:

- Pero estáis locos, llevaros eso de aquí.

-Solo será esta noche y no sabemos a quién sería mejor llevarnos, despojos humanos.Decían, mientras no dejaban de reír.

Con las primeras luces de la mañana, volvieron al lugar que la noche anterior estaba cerrado. Había cobrado vida, la verja entreabierta no incitaba al paso.

Dos hombres sin miramiento y a golpes lo sacaron del refugio temporal, que había sido el maletero del coche. Había perdido la noción del tiempo y sus tristes ojos miraban sin ver. No se atrevía a caminar. Pero ellos le increpaban. Poco a poco y entre patadas y malos tratos fue introducido de nuevo en otra celda aún más pequeña y maloliente que la anterior. Ahora no tenía la cuerda al cuello y dolorido fue al rincón más alejado.

El reducido lugar estaba lleno de residuos y excrementos. Al rato una fría ráfaga de agua le hizo despertar bruscamente. Cubierto de agua gemía aterido. El agua dejo más o menos limpio el habitáculo, pero aun así todavía se mantenían los olores que impregnaban las desconchadas y sucias paredes.

Después vino la comida, que tiraron sin miramiento al interior, a la que se arrojaron sus compañeros de celda, mostrándole los dientes amenazadores.

El con sus Apenas nueve meses cumplidos, sucio y amedrentado no se atrevió a plantarles cara. Era ya 36 horas sin comer.Lentamente se acercó a un cubo con agua y lamio lentamente su contenido. No le produjo ningún placer.Nada entendía, nadie le era conocido.

Por la tarde de aquel primer día volvieron a aparecer aquellos hombres que le ataron y le pusieron en la boca un artilugio extraño que aunque le permitía respiran, no le dejaba abrir la boca.Con un palo mantuvieron alejados a sus otros compañeros, que hacinados en un rincón no se atrevían a moverse.

Un extraño hombrecillo le paso un artilugio por el lomo.

-Parece que no tiene. Dijo sin ningún énfasis.

Si nadie lo reclama, ya sabéis en una semana…e hizo una extraña expresión con su mano derecha, marcando el pulgar hacia abajo.

Los días pasaron sin ninguna novedad cada uno igual que el anterior. Poco comía, solo las sobras que los otros no querían, su hermoso pelo negro y brillante, se había transformado en madejas de nudos parduzcas. Pero a él todo le daba igual. Lejanos, recordaba los días de alegría y corredurías con su pequeño amigo. Nada entendía. Aceptaba sin lucha su desconocido destino. Fueron desapareciendo sus compañeros y otras aparecían.

Llegó la noche en que como siempre últimamente permanecía sentado en un rincón y tiritando, sin apenas atreverse a mover.De nuevo dos hombre ataron y pusieron ese artilugio en la boca que el inútilmente se intentó sacar. Apareció el extraño hombrecillo. Esta vez en su mano portaba una pequeña jeringa.

Cogió su piel y se la introdujo lentamente, noto el pinchazo y se fue adormeciendo, apenas se sentían ya los latidos de su corazón.El hombrecillo confirmó su muerte y mando a los hombresretirarlo, para después proceder a la incineración de sus residuos.

Nadie le lloraría, nadie con él correría, su nombre “Ares”, no sería pues, recordado ni pronunciado de nuevo.

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Este pudo ser el final de esta verídica historia de Ares, tantas veces repetida con otros, todos los veranos y de la que no queremos tener el mínimo conocimiento.

Ellos nos dan todo y así se lo agradecemos.

El final fue sin embargo otro: una llamada, un viaje de Sevilla a Madrid en una jaula, recogido a altas horas de la noche en una gasolinera y llevado a casa con todas las atenciones.

Ahora goza de una vida alegre y juguetona en el campo, donde le sobra la comida y nunca le faltará cariño y un lugar para cobijarse.

lunes, 19 de marzo de 2012

PEDRO FERNANDEZ GARCIA- FINALISTA-Vietnam, Motos y Clark Gable



 Aterricé en el aeropuerto de Da Nang, República Popular del Vietnam a las 18:30, hora local. Mientras el avión descendía, un pequeño nudo en el estómago hizo su aparición. Era una sensación, ya demasiado familiar, con la que mi cuerpo me alertaba, de manera inconfundible, cada vez que me dirigía hacia otro continente que apenas conocía y hacia un país, como en este caso, del que poco sabía con antelación. Y es que, sin ubicarse claramente y aturdido tras las largas horas de vuelo es cuando un descuido puede hacerle a uno perder hasta la camisa… como me había pasado hacia tan solo  tres años antes en Lima..
 Tras recoger mi equipaje, conseguí, al salir de la terminal, enlazar con el último autobús que partía inmediatamente rumbo a Hue, la ciudad imperial. Antes de iniciar mi tour por Vietnam, me había planteado la posibilidad de comprar una motocicleta y recorrerme el país de Norte a Sur. A priori, puede sonar como un plan estupendo y relativamente 'de moda' entre ciertos viajeros en el sudeste asiático aunque, en realidad, poca gente tiene las agallas de hacer ese recorrido dada la inseguridad en las carreteras: peligro de accidente casi garantizado, riesgo de ser timado por los locales en caso de avería y, sobre todo, que oficialmente un turista no puede comprar una motocicleta en Vietnam, por lo que no existe seguro ni para la moto ni  mucho menos contra terceros. “Si atropellas a una persona, su vida vale 4000 USD”  me dijo un vietnamita que conocí en un viaje de negocios a San Francisco hace unos años y que se dedicaba a la exportación de motocicletas Honda 'Made in Vietnam'.
   No obstante, me gustan las motos, soy un apasionado, si así lo quieren entender, así que tenía previsto alquilarme una tan pronto como me fuese posible, aunque por tan solo unos días, con la excusa de visitar, además de la histórica ciudad de Hue, los campos de batalla de la guerra contra los americanos en las tierras altas del norte de la antigua República de Vietnam, el valle de Aloui, en el límite con el país vecino, la misteriosa República Democrática Popular Lao.
 Al final, negocié con el hosco propietario de una tienda de motos el alquiler de una  Honda Win de 110 cc por 8 USD al día y la recogí a la mañana siguiente. Partí entonces desde Hue, temprano, enfilando a continuación la teóricamente más rápida Highway One, que cruza de norte a sur el país. La HW 1 está atestada de camiones, motos, autobuses y... baches. En una motocicleta, con lluvia y a 90 kilómetros por hora, uno la siente como granizo y, además, me veía obligado a llevar gafas de sol, para evitar las piedras, el polvo y el humo de camiones y autobuses, por lo que esa carretera  se convirtió en una pesadilla.
 Finalmente a última hora de la tarde, alcancé el pueblo de Aloui, en el oscuro valle de A Shuan, escenario dramático de la guerra del Vietnam por su proximidad a Laos y las infiltraciones del ejército norvietnamita. Ya en el valle, mi objetivo era localizar la montaña Ap Bia, también conocida como colina 937 o Hamburguer Hill. Un lugar tan recóndito y abandonado que era, sin lugar a dudas, una zona nada recomendable para turistas y demás aventureros del Coronel Tapioca…
  Salí del asfalto a pocos kilómetros de un poblado de cuatro cabañas, como indiciaba un viejo mapa de la región que había comprado a mi llegada en Danang. Databa del año 67, pero era lo único que había logrado encontrar en inglés.
Tenía que darme prisa porque de noche no sería capaz de orientarme en mitad del campo.  A unos cien metros, una vereda atravesaba el camino y se prolongaba a lo largo de las plantaciones de té de montaña. Divisé, allí mismo, una pequeña multitud congregada. Reduje a segunda y  continué  lo más discretamente posible. Pese a todo, esas personas ya se habían girado hacia mí y permanecían observándome, inmóviles, en silencio, impidiéndome continuar hacia delante. Estas gentes no están acostumbradas a los forasteros y, mucho menos, a un “nguoi my” (nariz larga),  así que uno debe intentar  actuar con naturalidad, siempre sin dejar de sonreír, si no quiere tener problemas.
 Esa gente vestía ropas más humildes de las que yo había visto hasta ahora en Vietnam. Eran campesinos 'Meos', una tribu marginada de las montañas, muy pobres y poco amigos de los forasteros. Dos de ellos, de mediana edad, me dirigieron unas palabras que no acertaba a entender y, entonces, vi lo que estaban haciendo. Se trataba de una especie de funeral. En la vereda tenían depositado dos pequeños féretros de madera pintados en tonos ocres. Los féretros eran apenas superiores al medio metro de largo cada uno y no podían portar en su interior sino cuerpos de infantes... La escena era demasiado tétrica para querer soportarla demasiado tiempo. Intenté preguntarles donde estaba 'Ap Bia y el más robusto de los que me habían dirigido la palabra anteriormente cambió bruscamente la expresión de su cara y me indicó que si continuaba adelante “You kaput You kaput!!!”. Su agresividad empezaba a ser más que latente, como la del resto de esa muchedumbre extraña, así que, prudentemente, arranqué de nuevo la moto, me di media vuelta y salí literalmente ¨zumbando¨ con tanto miedo como nunca había tenido en mi vida.
 Abatido por tener que regresar y abandonar la búsqueda de 'mi colina', conseguí, a pesar de todo, en el único bar de Aloui, que un lugareño que chapurreaba algo de inglés me explicara que necesitaba un permiso ´especial´ de la policía para llegar a Ab Bia, así que me dirigí al cuartel de la milicia local a solicitar dicho permiso.
 En tono desdeñoso, y tras una  larga hora de espera en el patio del recinto, me recibió sentado en su despacho el comisario de la milicia, un tipo de mediana edad y bigote fino a lo Clark Gable que lucía un polo blanco de tenis y unos pantalones cortos de color kaki, al que intenté explicar mi intención de visitar la colina
  Sin levantar la cabeza, me dio a entender de mala gana que no podía ir a Ap Bia, era zona prohibida, y si me dirigía allí… ¨you pum pum, you die¨, haciendo un ademán claro de que me largarse de su despacho de inmediato.
Abandoné humillado su despacho, dirigiéndome al patio del encinto, donde había aparcado la moto, dispuesto a poner 'pies en polvorosa' lo antes posible. Sin embargo, mi paso fue detenido por uno de los lugartenientes del comisario. Este, con tono grave y marcial, me pidió en vietnamita que le mostrara de inmediato los papeles de la Honda Win, los cuales no poseía, algo que él ya sabía, puesto que la tienda de alquiler no me había extendido ningún recibo. ¨Está claro¨, me dio a entender el lugarteniente. Esto significaba que la Honda era robada y que debían denunciarme y detenerme en su cuartelillo. Me ordenó que me quedará ahí, junto con un miliciano, mientras iba a buscar de nuevo al comisario.
  Aún no puedo explicarles qué me pasó esos momentos por la cabeza, si me vino de repente todo el estrés y frustración de un día demasiado largo, o si la idea de pasar toda la noche en un calabozo vietnamita se mi hizo tan insoportable que cometí una terrible estupidez: en un  despiste del miliciano de guardia, que se volvió para encenderse un cigarrillo, me monté de un salto en la moto, la arranqué  y me largué a toda velocidad...
[…] Estoy llegando a un cruce de caminos de gravilla, llevo menos de media hora de marcha, un joven en un viejo ciclomotor, que lleva en la parte de atrás un pequeño cajón con lo que parece una gallina, me salé inesperadamente por la derecha de la carretera.  Horrorizado, freno bruscamente, inclinándome hacia el interior de la calzada, pierdo el control de la moto y salgo disparado hacia la cuneta. La Honda se lanza sin decelerar sobre el joven y le arrolla despidiéndole contra una roca. El cajón con la gallina se precipita al mismo tiempo sobre el barranco del valle…
 Tardo varios segundos en ser consciente de lo sucedido. Postrado todavía en el suelo, siento un fuerte dolor en el cuello. Al menos el casco de fabricación china me ha protegido la cabeza... Consigo, finalmente, ponerme de pie y me doy cuenta de que tengo las manos completamente quemadas y mi pierna izquierda con la piel en carne viva.  Pero, ¿dónde está el chico?, me pregunto.
Al borde de la cuenta hay una roca que está teñida de rojo. El joven yace ahí mismo. Tose.  Está agonizando. Aparece de la nada un desvencijado jeep ruso del que salta el comisario del bigote a lo Clark Gable y,  señalándome, con su sonrisa maliciosa, pronuncia en un inglés tosco pero autoritario :  ¨You kill boy , you kill boy!!¨.
No creo que salga nunca de este maldito valle y el nudo en el estómago, que nunca ha querido abandonarme, me golpea con más fuerza que nunca...

viernes, 16 de marzo de 2012

INVISIBLES -FINALISTA- FRANCISCO DANIEL TRUJILLO


INVISIBLES

Solitarios, marginados, excluidos, como quieras.
Están ahí, tumbados en aceras.
Almas callejeras que saltan las barreras.
Pero a veces son enormes y no existe manera.

Es un camino, duro y doloroso.
Un agujero tan profundo como un foso.
Son situaciones amargas de la vida.
Ostias que te llueven, puntapiés en la barriga.

Escucha amiga, oye mira no desprecies a ese hombre.
Su ropa sucia no es sinónimo de pobre.
Mira más adentro la riqueza que se esconde.
Se cierran puertas y tú pones barrotes.

Eran banqueros, o funcionarios.
Eran chavales que fumaban en el barrio.
Eran inmigrantes en busca de trabajo.
Eran señores que curraron a destajo.

Pasas por su lado y lo haces con desprecio.
Se siente solo, el cariño ya es añejo.
Peor sería si no fuera por su perro.
En las noches más oscuras él sin duda es un destello.

Un día y otro en busca de un empleo.
Un día y otro en busca de un aseo.
Se acicala como puede, también se corta el pelo.
De nada sirve, en entrevistas no da el pego.

Se siente solo, se siente hundido.
Reflejos en cristales solo muestran a un mendigo.
El perfume de las calles, emana de su cuerpo.
Y actúa de muralla entre él y el mundo entero.

Lo último que escribo es esta reflexión.
Piensa bien quién es él, no lo juzgues, no está bien.
Actuando como actúas, te digo al cien por cien.
Que tu traje de Versace te hace más pobre que él.

martes, 13 de marzo de 2012

Prozac o proHate - FINALISTA -EVA SANCHEZ


Prozac o proHate*

(Primera)

       Estoy dentro de la sala..llevo una falda de tubo que se queda a la altura de mis rodillas atascada al sentarme en la silla , mis pies están juntos , mis rodillas se tocan ,,,,hace calor así que no llevo medias ,  mis zapatos son abiertos y planos por lo tanto cómodos , arriba llevo una camiseta, es de manga corta …todo es de color oscuro…casi negro.

Estoy intentado dejar de mirar mis pies y levantar la vista para verte ..no puedo,,,la vergüenza hace que no pueda alzar la vista , me avergüenzo de mi misma. Me es imposible mirarte. Dejo de pensar en mi arrepentimiento que no sirve de nada  y giro algo la cabeza..en dirección a la salida de la sala
Oigo el murmullo de la gente que pasa por delante de la puerta ,también se oye a lo lejos el frenar de los coches porque hay un cruce de calles  cerca, el olor a tabaco que entra en nuestra sala y es que el maldito humo de los cigarros mal apagados que la gente deja en el enorme cenicero que hay colocado en  la entrada de la sala se cuela lentamente aquí dentro .
-”Porque no apagan bien el pitillo?”-, me pregunto…”nos molesta el humo!!.”- .
Me empiezo a enfadar…ha pasado otro tipo y ha mal_apagado el pitillo….Me levanto de la silla y voy dirección a la puerta …pero no doy ni un paso y me vuelvo a sentar de nuevo.
Mi silla es de madera marrón clara, con el cojín tapizado con una especie de terciopelo color café y flores de lis negras…decenas de series de flores de lis …ese es mi sitio desde hace horas.
Nadie repara en mi , nadie me mira , nadie conversa conmigo.
[.....]

 (Segunda)

    Estoy mirando como juegas , tú estás en el pasillo sentada con las piernas estiradas y abiertas, muy separadas.
Trasteas en casa con esos cubos de plástico de muchos colores y diferentes tamaños, esos  que te gustan tanto, son unlos cubos que  apilas cuidadosamente uno encima de otro  y que cuando los  consigues mantener en equilibrio y convertir en una torre  tiras de un manotazo…al chocar con el parquet tu ríes sola…antes cuando lo hacías me mirabas, ahora estás tan acostumbrada a jugar sola que ni me miras, ni me buscas…estoy segura de que ni te percatas de que llevo un rato observándote …ni tan siquiera piensas  que estoy aquí.
Yo estoy hablando ahora con unos “amigos” pero me he quedado un momento como concentrada en ti , en lo feliz que estabas siendo en este momento.


La gente que nos visita hoy en casa es anónima, la he conocido hace algunos días en la calle y enseguida  ofrecí mi casa  para tomar unas copas y charlar. Lo que sea para escapar del tedio que me acecha ,,,así que la secuencia que repito con ellos en mi salón es esta: sonrío , hablo,  escucho aparentemente y  fumo.Los invitados ya  andan  por mi piso con toda confianza….yo me fio.,me parece que todo da igual no importa lo que haga.
Escapo del coloquio y  voy a la habitación grande, abro el cajón de la mesilla que hay a la izquierda de la cama,  sobre ésta hay un vaso con Coca Cola, ya está caliente …saco una caja, aplasto el plástico transparente de la tableta y sale expulsada una pastilla …TODO ES EXTRAÑO…para seguir conversando con ellos necesito esta pastilla , esta tarde me estoy pasando ..lo noto porque agarro el vaso para ayudarme a tragarla y a la vez intento sentarme en la cama, pero lo hago demasiado al borde y la bebida se derrama en mi vestido…El vestido que llevo hoy  es muy ligero, fresquito…típico de ésta época del año, es corto y de color claro..me sobra bastante…tiene tiempo y la perdida de peso en estos meses es más que evidente.
Seco con una pañuelo la mancha de la bebida en la tela y salgo de nuevo a la reunión ….en el salón hace más fresquito…sobre todo en la parte donde estás jugando. Ellos (l agente)han abierto la puerta de la terraza que da al salón y el ventanal que hay al final del pasillo y la corriente de aire hace que la tarde sea mas agradable…yo sudo menos…la excesiva ingesta  me produce siempre un terrible calor.
[..........]
No escucho el chocar de los cubos contra el parquet.

 (Tercera y última)

       Uno de ellos me llama…lo que estaba pensando se vá de mi cabeza y comienzo a conversar con él…más bien él conversa conmigo .Me cuesta centrarme en lo que me dice, el tema del que me habla no es que sea aburrido pero creo que la mezcla me está haciendo que sea imposible mirar a los ojos y , a la vez, mantener un diálogo coherente..intento mantenerlos abiertos y mirar a los suyos para dar sensación de serenidad….se me está haciendo difícil así que decido volver a la habitación grande y abrir de nuevo el cajón y saco otra de las cajas que guardo y repito la operación. Ésta vez me cuesta llevar el vaso a mis labios…no encuentro donde apoyarme ..la cama me parece lejana, me confirmo que la habitación está quieta soy yo la que no paro de moverme, trago a secas y vuelvo con los “amigos” y lo hago con dificultad, ahora si que soy incapaz de mantener conversación alguna porque tengo miles de pensamientos, se apilan unos encima de otros sin tener relación. Entre ellos me viene el del ruido con tus cubos y que antes …hace ya no se cuanto tiempo,..me extrañó no oirlos….Giro mi cabeza hacia el pasillo y después mi ojos intentan enfocar…solo veo el reflejo de la claridad del ventanal en el parquet brillante …veo algunos de los cubos y sus sombras en esa claridad ..no estás..Hago un leve sonido de angustia, ellos no se dan cuenta yo , como puedo, llego a la altura del pasillo donde jugabas…empiezo a decir tu nombre ..Cada vez lo digo mas alto hasta que termino gritándolo..Miro hacia el ventanal que abrieron y veo como las cortinas blancas entran a casa y salen a la fachada…se mueven con el viento, parece que bailan. Me acerco lentamente a ellas y comienzo a oír el murmullo de la multitud, el sonido de una sirena. Estoy en el borde del ventanal y muy asustada miro hacia abajo.
Te rodean , veo uno de los cubos a tu lado, es el de color naranja hace contaste con el rojo que inunda la acera poco a poco.


[......]

Estoy dentro de la sala..llevo una falda de tubo que se queda a la altura de mis rodillas atascada al sentarme en la silla , mis pies están juntos , mis rodillas se tocan ,,,,hace calor asi que no llevo medias y mis zapatos son abiertos y planos… así que cómodos , arriba llevo una camiseta, es de manga corta …todo es de color oscuro…casi negro.
Estoy intentado dejar de mirar mis pies y levantar la vista para verte ..no puedo,,,la vergüenza hace que no pueda alzar la vista , me avergüenzo de mi misma …me es imposible mirarte.
Nadie me molesta, nadie me mira, nadie conversa conmigo.
Han entrado los operarios ya , están contigo…van vestidos de marrón verdoso. Ese color es horrible, tanto como este lugar. Están retirando las flores que tienes alrededor. Me levanto de mi silla, me acerco mientras pienso:-”tengo que mirarte por última vez”-…Ando despacio y me acerco al enorme ojo de buey que nos separa , pongo las palmas de mis manos en el cristal..apoyo mis labios y te lanzo un beso…los que están dentro me miran , me piden consentimiento y yo con una gesto de cabeza se lo doy …estás encerrada, ya nunca mas te vas a caer.
Hay una voz que me dice “…ahora ya sólo tienes que pensar en ti.”

 
* El Prozac o también llamada  Fluoxetina, el principio activo de la llamada "pastilla de la felicidad", tiene el mismo efecto que tomar pastillas hechas con azúcar, es decir placebo, cuando se trata de personas que sufren depresión .

domingo, 11 de marzo de 2012

PILAR RAMIREZ -FINALISTA- TITULO: FELIPE

Qué larga se hizo la espera en la consulta médica, tanto que empecé a trastear el móvil y decidí poner al día la agenda. Este gesto me cuesta mucho porque siempre pienso que cualquier teléfono que borre, lo necesitaré más adelante. Llegué al tuyo y dudé un instante. Pensé que ya tenía el de tu mujer y así habría más sitio en la agenda, aun así dudé de nuevo, hasta que finalmente mis dedos seleccionaron “borrar”. Tuve una sensación extraña, sentí pena y ahí terminó todo. Pocos días después supe que ya no podría llamarte nunca más.
Te recuerdo amable, discreto, de gesto tranquilo y mirada nostálgica, nunca una mala cara ni una frase a destiempo. La última vez que hablamos fue un breve encuentro de palabras de ánimo por tu reciente intervención quirúrgica. Allí estabas, venciendo los obstáculos y diciéndome que había que tirar para adelante. Te operaste por eso mismo, porque deseabas seguir, caminar, viajar, disfrutar de las pequeñas cosas, porque aún te quedaban muchas otras por hacer.
Me costó llegar al fondo del pasillo donde el tumulto de gente me hizo pensar que allí descansabas para siempre. Estoy segura de que te hubiese gustado ver cuántas personas te acompañaban en éste tu último viaje. Me dirigí a tu esposa, ya no lloraba. Vi en ella una enorme resignación producto de los días de espera de un desenlace que tristemente no fue el que deseábamos.
Allí estaba, rodeada de gente y, sin embargo, tan sola. Pensé qué pasaría cuando regresase a esa casa tan grande donde tú ya no la esperarías y rememoré de nuevo las palabras de amor que hace años le dedicaste, cuando apenas te conocía. Fueron palabras tan sinceras, tan emotivas. Es una mujer afortunada por haberte tenido al lado apoyándola y queriéndola así, ahora tendrá que continuar el camino sin ti.
Qué cruel es el destino, hoy seguimos adelante sabiendo que no te veremos más, tampoco te escucharemos, ni conducirás de nuevo ese coche que permanece en el garaje como si aún siguiera esperándote, ése que pronto conducirán otras manos y en cuyo volante aún permanecen tus huellas.

No me consuela saber que no te has enterado de nada, no me consuela el que hasta el momento vivieras cada minuto, no, no me consuela, más bien me entristece el pensar que tu tiempo aquí ha terminado, porque tu tiempo para ti era importante y porque está claro que para todo lo que aún te quedaba por hacer ha sido insuficiente.
Todo alrededor permanece como lo dejaste, como tu recuerdo, inalterable. El recuerdo de una persona amable, dulce, que en la vejez supo decir a su compañera de toda la vida cuánto echaba de menos todo de ella cada vez que no estaba, especialmente su olor, ese maravilloso olor de las personas a las que amas y que te has llevado contigo.


viernes, 9 de marzo de 2012

CONCEPCION GOMEZ DE ANDRES-FINALISTA-ESCUCHA MIS OJOS


ESCUCHA MIS OJOS.

Corría a gran velocidad sobre la arena de aquella playa. Iba y venía sin parar. A veces casi volaba. Me sentía libre.
Y de nuevo corría, y chocaba una y otra vez contra aquellas olas, pero no me hacían daño. El agua se abría y envolvía mi pequeño cuerpo mojando todo mi negro pelo.
Pelo negro y brillante como el azabache  Y me sentía libre.
Y luego corría hacia ti. Te miraba. Nuestros ojos se cruzaban. Y saltábamos y brincábamos juntas.
Era feliz.    Mis ojos brillaban.
Más tarde, echada sobre la arena recordaba el día en que te vi por primera vez.
Mis ojos estaban tristes.

Recuerdo cuando cruzaste aquella puerta que cerraba la valla metálica y quise hablarte, pero no podía pues no tenemos, como vosotros,  el don de la palabra.

Mis colegas me habían dicho que en aquel lugar, cuando venían visitas de humanos teníamos que alegrarnos porque venían a llevarnos con ellos. Me decían que era algo bueno, que nos llevaban a un nuevo hogar.   Que era la oportunidad de ¡¡un hogar definitivo!!.
Pero yo no lo entendía bien pues ya estaba en mi hogar.  Hacía un año y medio que me encontraba allí -desde que era una cachorrita- y no recordaba haber estado en ningún otro. Pensar en un sitio nuevo y desconocido me daba miedo.
 Y me daban miedo nuevos humanos pues algunos colegas me habían dicho que algunos humanos no nos trataban bien y que, a veces, nos dejaban solos, abandonados a nuestra suerte.                                                    1/3
Sin embargo, los humanos que estaban allí eran muy buenos. Nos querían mucho a los que ya éramos de la familia y también a los nuevos hermanos que venían de la calle, que a veces llegaban casi sin parar.                        
Ellos nos cuidaban. Nos daban de comer, curaban nuestras heridas, y no solo las físicas, nos ayudaban cuando estábamos enfermos, nos lavaban cuando estábamos sucios y nos secaban cuando nos mojábamos. Y aunque éramos muchos también nos hacían mimos y jugaban con nosotros.  ¡¡ Nos querían!!¡¡Eran nuestra familia!!.

Pero mis colegas eran buenos amigos y  me insistían. Y yo confiaba en ellos.
Me decían que tendría la oportunidad de tener mi propio techo, que ya no pasaría frío en el tiempo en que la tierra y el cielo se volvían blancos y que tampoco pasaría tanto calor cuando el Sol brillaba tan fuerte en el cielo.
Me decían que no me mojaría cuando caía agua del cielo y mi pelo y mi cuerpo se empapaban y no podía echarme pues se hacían grandes charcos en el suelo.
Me decían que ya no pasaría miedo cuando nos quedábamos solos y todo era oscuridad.
Me decían que tendría ¡¡una familia propia!!!. Me decían…...
Y, al final, me convencieron y también deseé tener ¡¡mi oportunidad!!!

Entonces, empecé a acercarme cada vez que venían visitas de humanos.
Me alegraba mucho pensando en ¡¡mi oportunidad!!!. ¡¡Mi hogar definitivo!!!.
¡¡Mi familia propia!!. Pero …………no me veían, ¡Nadie se fijaba en mí!!.
Yo sabía que no era tan guapa como otros colegas, ni tan graciosa como los cachorros, y que mi pelo era totalmente negro, pero no entendía porque no me miraban, no me daban la oportunidad de decirles todo lo que deseaba…… No lo entendía.                                                                                                                                                   2/3

Y así, una y otra vez, siempre lo mismo, venían las visitas y me acercaba, pero siempre era lo mismo.  Parecía invisible,… ¡No me miraban!!.  Mis ojos estaban tristes.

Y nació un nuevo día. Y llegó una nueva visita,  Fue aquel día en que te vi, en que os vía por primera vez. Quería intentarlo de nuevo pero ¡no tenía fuerzas!.
Vi como mis compañeros saltaban a vuestro lado, como ibas y venías, y deseé ir contigo, ir con vosotros, pero yo seguía invisible.
Fue en aquel momento en que estabais cerca de mi y os veía dudar cuando quise intentarlo una vez más. Me acerqué. No sabía que hacer y me arrimé. Me quedé pegada a ti unos momentos, suavemente.   Quería  acariciarte con mi cuerpo. Sin molestar.

Necesitaba que te fijases en mí. Entonces hice lo único que sabía. Mirarte y desear con todas mis fuerzas hablarte. Quería  hablarte con  mis ojos .
Quería decirte que aunque invisible, estaba allí, que existía, que tenía mucho que ofrecer, que si me llevabas a tu lado tendrías toda mi amistad, mi compañía y mi lealtad.
Que te ofrecía mis juegos, mis saltos y mi alegría....
Que te ayudaría y te protegería……
Que tendrías mi amor incondicional…..... y…………. toda mi vida.
Y mis ojos quisieron decirte todas estas cosas. 
Fue entonces cuando nuestros ojos se cruzaron y me escuchaste.
 Escuchaste mis ojos y pude decirte todo lo que quería.
¡¡Aquel día  me hice visible al mundo!!!.
Y ahora, cuando nuestros ojos se cruzan: ¡Te miro y me escuchas!.
¡Hoy mis ojos brillan!
                                                                                                                                                   3/3

Y desde estas líneas, quién escucha esos ojos, quiere dar las Gracias a estos seres tan especiales.
Y Gracias también  a todos aquellos que de una u otra manera los ayudan y decir  que hoy día hay muchos animales abandonados que esperan tener la oportunidad de:
Regalarte  su vida.

sábado, 3 de marzo de 2012

la soledad de LAURA por Angela Suarez - FINALISTA-



Otro  día más,pensó Laura mientras  atusaba sus primeros cabellos blancos,sería una jornada igual que la anterior,nadaimportante que destacar, una rutina que llevaba con resignación desde que falleciera su querido Manuel.
Preparó como siempre la bandeja con el café y las madalenas  y se acercó a la  ventana para ver pasar a la gente, personas que sin saberlo la acompañaban cada mañana, con ellas se sentía menos sola, eran como una familia sin nombres, pero a ella le bastaba.
 El día había amanecido soleado, pero frío,  pronto comenzaría el invierno y sería más difícil dar un paseo por el parque como hacía cada mañana.
Se colocó el abrigo y anudó al cuello una gruesa bufanda regalo de una buena amiga tiempo atrás. Cogió del armario un gorro marrón que guardaba desde hacía muchos años y del que nunca quiso desprenderse,le traía muy buenos recuerdos, pero optó por dejarlo una vez más en el mismo rincón.
Salió a la calle y con paso ligero, rodeó la manzana de casas que le separaba de la entrada a los jardines, había poca gente, algún deportista madrugador, y varias personas que pasaban de los sesenta, ella pronto los cumpliría, pero se sentía llena de vitalidad.
Dirigió sus pasos hacia el estanque, era una delicia contemplarlo a esa hora, sin la algarabía de las barquitas llenas de jóvenes remando, sólo se oía el ruido de las hojas rezagadas al caer,que aún quedaban en los árboles y que el viento otoñal lanzaba al agua.
Continuó su paseo, ¡Cómo agradecía los rayos de sol de un incipiente invierno que para nada deseaba!, era más feliz en primavera, incluso los calores del verano se le hacían más llevaderos que los fríos y gélidos días invernales.
Llevaba una hora paseando y pensó que ya debería regresar a su hogar, pero algo que no supo analizarle hizo desistir y continuar por más tiempo, la verdad es que hacía una mañana preciosa y no tenía prisa por volver, nadie la esperaba, así que tomó un camino que llevaba a una especie de gran gruta donde solía haber exposiciones de arte.
El recinto era muy original, entre las paredes surgían unas vidrieras por las que se filtraban los rayos de sol que iluminaban las salas, dándoles unos contrastes espectaculares de luz. Recorrió todas ellas despacio, disfrutando con cada obra, entre sus aficiones la pintura era una de las que más le atraía.
De pronto oyó que alguien pronunciaba su nombre, se volvió sorprendida y se encontró con la persona que menos podía imaginar, Alfredo, un antiguo amigo de su difunto esposo al que siempre apreció y del que no había vuelto a tener noticias desde hacía un montón de años.
Mi querida amiga, ¡No puedo creer que seas tú!, ha pasado tanto tiempo. Desde mi partida a Inglaterra no había vuelto a saber nada de vosotros, pero cuéntame cosas, ¿y Manuel?, ¿cómo se encuentra?. Bajó la vista y le comunicó su fallecimiento hacía ya siete años, y que vivía en la misma casa que él conocía y en la que tantas veces habían estado junto a otros amigos, compartiendo cenas y copas.
No te  imaginas cuánto lo siento, Manuel era para mí como un hermano y me duele mucho su pérdida, pero ¿cómo llevas la soledad?,  pues recuerdo que no teníais hijos, y en esos momentos te hubiera hecho mucho bien su compañía.
Dirigieron sus pasos hacia la salida, se había hecho un gran silencio entre ellos, posiblemente rebuscaban en sus recuerdos y uno de los dos tendría que romper esos prolongados instantes.
Siguieron paseando un buen rato, empezaba a levantarse un viento fresquito y debía volver a casa.
Me gustaría mucho comer contigo, ¿aceptas la invitación de un viejo amigo?, preguntó él sin muchas esperanzas.Desde luego, contestó  ella de inmediato encantada de hacer algo distinto ese día.
Eligieron un restaurante cercano a su casa, hacía mucho tiempo que no visitaba ninguno, así que se acomodó en la silla y sonrió satisfecha, demasiado tiempo sola, pensómientras miraba con curiosidad a los comensales próximos a su mesa.
 La comida transcurrió relajada, no paraban de hablar, cada uno iba desgranando las vivencias de todos esos años y la cercanía entre ambos se hacía más evidente a medida que transcurría el tiempo.
Salieron del restaurante y con paso ligero, pues comenzaba a refrescar, se dirigieron a la calle donde ella vivía. Por el camino, Laura pensó que podrían tomar café en su casa, al fin y al cabo era una persona viuda y nadie podría recriminarle por ello, hasta su querido Manuel lo hubiera aprobado, pues habiendo sido casi hermanos debería tratarle como a un miembro de la familia.
Mientras metía la llave en la cerradura, pensó si lo que hacía era lo más correcto, pues en su interior comenzaba a nacer como una ilusión, una esperanza, algo nuevo que no sabría explicar, quizá estuviera a punto de acabar con esa soledad que la consumía.
Toma asiento dijo, mientras se desprendía del abrigo y colocaba el de él en una butaca, enseguida prepararé un café, o quizá prefieras un chocolatito muy caliente. Eso del chocolate suena muy bien, acepto la oferta.
Desapareció de la sala y regresó de nuevo con una gran bandeja,en la que reposaban dos humeantes tazas de chocolate y una fuente repleta de bizcochos.
Está  delicioso dijo él limpiándose una gota que le escurría por la barbilla. La fuente iba quedando vacía y la merienda tocaba a su fin. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Dijo ella. Ha anochecido, que cortas son las tardes del otoño y más serán en invierno. Cómo anhelaba los largos días de junio.
Recogió de la butaca el abrigo y los guantes de su amigo y se los entregó con tristeza, iba a quedarse de nuevo sola y no le agradaba la idea.
Por un instante pensó que la vida podía darle una segunda oportunidad y no quería dejarla escapar de ninguna manera, así que comenzó a detallarle sus solitarios paseos por el  parque, cada día, cada mes, cada año,y tímidamente le preguntó ¿tú sueles pasear por allí o sólo fuiste a la  exposición?. No, no acostumbro a dar paseos, nunca me ha gustado el deporte pero comprendo que me vendría muy bien, pues los años pasan y la vitalidad se va perdiendo cuando has cumplido los 70 como es mi caso, así  que si tú quieres,podemos dar el paseo juntos.
Durmió toda la  noche de un tirón, no recordaba la última vez que algo igual hubiera ocurrido.
Como cada día, se preparó el café y las madalenas, se acercó a la  ventana, pero sólo de refilón observó a los viandantes que pasaban bajo  ella,  se sentía diferente, acababa de descubrir algo nuevo en su interior, algo perdido con el tiempo.
Se colocó el abrigo, anudó al cuello la gruesa bufanda de lana y cogió del rincón del armario el viejo gorro marrón que nunca quería ponerse. Presentía que algo iba a cambiar en su vida, los buenos recuerdos que le traía ese gorro eran el principio
Atravesó las grandes puertas por las que se accedía al parque y allí estaba él, apoyado en la barandilla que bordeaba el estanque, le pareció de lejos  más alto que el día anterior, y el corazón comenzó a latirle con más fuerza. Verdaderamente no era la misma, algo había cambiado y se alarmó.
Se saludaron muy cariñosamente y comenzaron el paseo. El día había amanecido  fresquito pero lucía el sol, un sol de final de noviembre que calentaba poco pero brillabamucho, era perfecto para pasear entre los montones de las hojas caídas de los árboles.
Se aproximaba la hora de comer y ninguno de los dos se atrevía a tomar una decisión, o lo hacían juntos, o quedaban para el día siguiente, o tal vez no volverían a verse.
No estaba dispuesta a quedarse sola otra vez, así que se armó de valor y le preguntó sin más preámbulos ¿Te gustaría acompañarme acomer?, sería en mi casa, prosiguió, algo sencillo. Desde luego, contestó él de inmediato, me agradaría mucho.
La sobremesa se prolongó hasta casi las cinco de la tarde, entonces él dijo: propongo un paseo por la gran avenida y después ver una  película en alguno de  suscines. Genial, dijo ella, es una idea magnífica y corrió a ponerse el abrigo, la bufanda de lana y elgorro marrón que por fin   había salido  del rincón del armario.
**********
Esa noche como solía hacer, habló con Manuel, le contó lo de su amigo y lo feliz que era, seguramente no volvería a estar sola,  necesitaba un poco de tiempopara conocerle, pero estaba segura que saldría bien y le dio las gracias, gracias por haber hecho el milagro de poner  a su mejor y más querido amigo en  su vida.